martes, 28 de junio de 2011

Mende 1995

Aprovechando que en los próximos días va a dar comienzo la edición del año 2011 del Tour de Francia, hoy voy a relatar una de las etapas más míticas que han tenido lugar en la carrera, o al menos en los tiempos posteriores a Eddie Merckx. La etapa que tuvo lugar hace ahora 16 años, en el día de la fiesta nacional francesa, un 14 de Julio del año 1995. La etapa número 12 que unía las localidades de Saint Etienne y el aeródromo de Mende tras recorrer 222´5 kilómetros y nada menos que superar 5 puertos de montaña, aunque ninguno superaba la catalogación de 2ª categoría.

En el recorrido había innumerables problemas, ya que tenía numerosos repechos, aparte de los puertos puntuables, además de circular por carreteras estrechas, y como era propio de la época, con el asfalto levantado por el calor. Es decir, que si ese día se producía una fuga, sería muy complicado para cualquier equipo el controlarla.
 
En esas que el mejor equipo, y el más combativo de aquel Tour, la ONCE de Zülle y Jalabert fue metiendo corredores en todos y cada uno de los saltos que se producían del pelotón. Hasta que en el kilómetro 24 se consolidó el salto que realizó Jaja, acompañado por Bottaro, del todopoderoso Gewiss del médico Michele Ferrari. A dicho dúo, pocos kilómetros después se unió el también ONCE, Melchor Mauri, consolidando de esta forma la escapada, rozando una ventaja de casi 3 minutos cuando aún no iban ni 40 kilómetros de etapa.
 
Por detrás se fueron produciendo diversos contraataques y en uno de ellos se marcharon del pelotón Massimo Podenzana (Brescialat), Andrea Peron (Motorola) y Neil Stephens (ONCE), consiguiendo enlazar con el trío de cabeza en el km 75, momento en el que la renta ya llegaba a los 3´45". Con tres ONCE en la cabeza de carrera la ventaja fue aumentando hasta alcanzar una máxima renta de 10´40" allá por el kilómetro 129 de la etapa. Con esa diferencia era Jalabert líder virtual de la carrera y el equipo Banesto no sabía cómo salir de la trampa en la en que los hombres de Manolo Saiz les habían hecho caer. El Tour de Francia estaba ardiendo.

Fue en ese momento, cuando se alcanzó la máxima ventaja de la fuga cuando los directores del Banesto comenzaron a buscar alianzas con el resto de los equipos. El director del Gewiss, Bombini, les dijo que hasta que tenían corredor en la fuga, Bottaro, y que hasta que la fuga no fuera seguro que llegaba a meta, no ayudarían, aún a pesar de que momentáneamente estuviera echando del podio Jalabart a Riis. Transcurrieron así varios kilómetros, hasta que por fin los Gewiss comenzaron a tirar del pelotón, al tiempo que Bottaro dejaba de colaborar en la fuga, para reservar fuerzas. Pero el Gewiss no fue el único equipo que tiró del pelotón, junto a Banesto, sino que muchos corredores tiraron de forma desinteresada, ya que era Indurain a quien estaba perjudicando esta fuga. Y es que con la forma de ser y de ganar del navarro, se había ganado muchos amigos en el pelotón, y era este el momento en el que ellos le iban a tender su mano para ayudarle.
 
Tiraba del pelotón gente del MG, del Kelme, todo el Gewiss, el Banesto... y por delante dejaban de relevar Pondezana y Perón, dejando todo el peso de la fuga a Melchor Mauri, puesto que Jalabert no relevaba. Esta actitud de los otros directores sentó fatal a Manolo Saiz, que lo calificó de mercenariato.
 
Al llegar al pueblo de Mende, antes del ascenso al velódromo, la fuga contaba con casi 7 minutos de ventaja, gracias a Stephens y sobre todo a Mauri, los 2 ONCE que se habían quedado ya descolgados de la fuga. Quedaban de esta forma tan solo 3 kilómetros, de ascensión al velódromo, para concluir la etapa.
 
Jalabert lanzó un primer ataque y automáticamente se quedó en solitario en cabeza de carrera, para lograr una magnífica victoria. Por detrás, por su parte, se sucedían los ataques, por orden, de Pantani, Zülle y posteriormente y a ritmo, de Indurain que se llevó a su rueda a Riis.
 
Jalabert había reventado el Tour, y aunque no había conseguido más que ser el líder provisional durante muchos kilómetros, consiguió en meta unas rentas de casi 6 minutos con respecto a sus más directos rivales de la general; Indurain, Zülle y Riis respectivamente, adelantando además en la general a este último y colándose en el podio, a falta todavía de 8 etapas para el final de la carrera.

Desde la ONCE habían puesto en jaque todo el Tour, pero aunque no se habían llevado el premio gordo del maillot amarillo, habían podido disfrutar en el día grande de Francia de un espectáculo sin paliativos, en el que Jalabert entró en el corazón de los franceses (hasta entonces coto privado de Virenque) y Manolo Saiz se destapó como un gran estratega que disputó de tú a tú un Tour al mejor Indurain que se vio jamás en las carreteras.




Saludos a todos!!

jueves, 23 de junio de 2011

El sexto Tour de Indurain

En la salida del Tour de Francia, en 1996, había un único e indiscutible favorito, Miguel Indurain, el ganador de los 5 Tours anteriores. El 29 de junio se iniciaba ese Tour, un poco antes de lo habitual, debido a que ese era año olímpico.
 
Desde los medios franceses, aún a pesar de que el favorito era el navarro, se planteaba ese Tour como un duelo de Indurain contra la ONCE, especialmente contra su líder, el francés Laurent Jalabert. Todo eso venía, primero de la ausencia de un candidato claro francés a la victoria, ya que no tenían un Hinault o un Fignon, y segundo, por los apuros a los que sometió Jalabert a Indurain en la Dauphiné Liberé de una semanas antes (de la que el francés abandonó cuando ya había sido batido por el navarro).

Total que en las primeras etapas no transcurre nada reseñable, salvo que Zülle gana la etapa prólogo y porta el maillot amarillo durante 2 etapas más. Indurain estaba a 4´17´´ de Heulot en la general, pero a tan solo 12´´ de Zülle, el primero de los favoritos, o a 1´´ tan solo de Riis. Pero fue entonces cuando se llega a la etapa número 7 del Tour, la del 6 de Julio, que transcurre entre Chambery y Les Arcs, un puerto de no especial dificultad, y en la que también se subían la Madeleine y el Roselend.
 
A ese primer puerto del día, la Madeleine, se llegaba tras 60 kilómetros llanos. Hacía un día horrible, con lluvias que impidieron dar imágenes de dicha subida. Simplemente llegaban noticias de que el líder iba descolgado de un pequeño grupo comandado por Jan Ullrich, en el que iban todos los favoritos, y muy por detrás del grupo, marchaba el otrora favorito, Jalabert. Para la historia queda su paso por la cima del puerto, a 4´26´´, con el maillot completamente desabrochado, dando una sensación de calor sofocante, cuando no haría más de 10 grados en ese momento.
 
En la subida del siguiente puerto, el Roselend, ya solo le quedaba a Miguel un compañero de equipo, el Chava Jiménez, el cual comandaba el grupo. Indurain por su parte, iba a su rueda, a voz en grito pidiéndole que no acelerase tanto el ritmo que le estaba ahogando con su ritmo. Se sucedían al tiempo los ataques, de Dufaux, Virenque, Escartín, Virenque... pero todos estos ataques fueron neutralizados por el grupo, salvo el de el corredor del Telekom, Udo Bolts, que marchaba en solitario. Poco antes del último kilómetro Indurain se ponía al frente del grupo, para reducir paulatinamente el ritmo del mismo y al tiempo solicitar, con su presencia al frente, el que no hubiera más ataques. Por su parte, el líder Heulot, ya perdido muy atrás en la carrera, ponía pie a tierra y abandonaba la carrera siendo líder.

En el descenso de ese puerto, ya se produjo el caos. De la lluvia que habían soportado durante toda la etapa, se pasó a un imponente sol. Además el suizo Zülle, que había lanzado un duro ataque a final del ascenso del puerto, se caía hasta en dos ocasiones en el descenso. A su vez, el belga y actual director de Radio Shack, Johann Bruynell, caía casi al final del descenso por un barranco. Por suerte, no se produjo nada de importancia y pudo terminar la etapa, aunque eso si, a más de 7 minutos del vencedor.
 
Al terminar el descenso, rápidamente se encaraba el último ascenso del día, a Les Arcs. El grupo lo hacía comandado por Aitor Garmendia, de la ONCE, con Zülle e Indurain a su rueda. Por delante marchaban Bolts y Dufaux. Más o menos fue todo así hasta que a 8 de meta, lanzó un poderosísimo ataque Leblanc, que dejó rápidamente atrás a todo el pelotón, mientras estos seguían circulando a rueda de Garmendia.
 
Fue a 5 de meta cuando se soltó la liebre. Atacaron Luttemberger y Virenque a rueda de este, dejando también atrás a Indurain y compañía. Se sucedieron entonces los relevos en la cabeza del pelotón, con Ullrich, Olano... tirando del mismo, y por fin, cediendo terreno tanto Zülle como Indurain. En tan solo un kilómetro, a 3 de meta, ambos habían perdido casi medio minuto con respecto a los favoritos, Rominger, Riis, Olano, Berzin...
 
Garmendia les alcanzó y con él el suizo se recupero algo en su pedalear. Pero no así Indurain, que marchaba con la peor pájara de su carrera. Además iba pidiendo un bidón de sales a los coches de asistencia, algo totalmente prohibido en los últimos 20 kilómetros de la etapa. El Gewiss, en un gesto caballeroso, le sirvió un bidón, que rápidamente tiró Miguel al suelo, puesto que no era de sales, si no de simple agua, y no era lo que él necesitaba en ese momento.

Aquellos cuatro kilómetros se convertirían en los cuatro kilómetros más largos de la carrera de Miguel. Perdió cerca de 4 minutos en esa distancia, casi a razón de 1 minutos por kilómetro. Todavía no había perdido el Tour, puesto que no era la primera vez que perdía tiempo con un rival. Pero en esta ocasión había perdido tiempo con todos ellos, y se encontraba en la general a casi 4 minutos de Berzín y Olano, los 2 primeros de la general, empatado a tiempo.
 
Se ha hablado muchas veces acerca de porqué Miguel perdió ese tiempo en tan poca distancia y el porqué de esa pájara, cuando él mismo ha reconocido que poco antes de que le diese, estaba pensando en lanzar un ataque. La única razón convincente que se ha dicho, también por el danés Riis, es que Miguel subió muy abrigado la Madeleine, con guantes y chubasquero, y con el cambió de temperatura antes del último puerto, sufrió una fuerte deshidratación de la que no pudo recuperarse.


saludos a todos!!

jueves, 16 de junio de 2011

Anécdotas de Merckx

Han transcurrido muchos años desde que se retirara profesionalmente del ciclismo el belga Eddie Merckx, allá por la fecha del primero de mayo del año 1978, cuando contaba con tan solo 32 años (le faltaba poco más de un mes para los 33). A dicha edad, por ejemplo, el español Carlos Sastre todavía no había ganado el único Tour que tiene su palmarés, por comparar lo prematuro de su retirada. Se retiraba exactamente el día que cumplía 13 años en el profesionalismo. Sin duda era un fuera de serie, porque sino, de cualquier otra manera no habría debutado a la temprana edad de 19 años.
 
La trayectoria del campeón belga fue dilatada, hasta 13 años en la élite, pero se retiró muy joven, ya que se desgastó mucho durante su trayectoria deportiva. No hay que olvidar que durante desde 1976 (inclusive) prácticamente no ganó ninguna prueba, cuando el cuenta en su palmarés con más de 500 victorias, entre victorias de etapa, generales y pruebas de un día o diferentes maillots (combatividad, montaña...). Es por ello por lo que gran parte de la afición le conoce como El Caníbal, y una parte más reducida del publico como El Ogro de Tervueren.

Pero yo hoy no quería hablar acerca de la impresionante carrera y palmarés del mejor ciclista de todos los tiempos (según se dice solo Coppi podría igualársele en calidad, pero le pilló una Guerra Mundial de por medio). Y es que del impresionante corredor belga han corrido ríos de tinta acerca de múltiples leyendas acerca de su comportamiento en la carretera y de su carácter ganador. A día de hoy nadie sabe decir si son ciertas o no esas leyendas, salvo los propios corredores que las sufrieron (o vieron) y el campeón de todo (menos la París Tours).

Alguna de esas leyendas nos sitúan en el Tour de Francia, creo que del año 1972. El año anterior, aunque había ganado el Tour de Francia, había sido derrotado en la carretera por Ocaña, y debido al abandono de este por caída, ganó la carrera. Ante ello, se preparó concienzudamente en el que sería su 4º Tour victorioso. Pues bien, en dicho Tour, en una etapa llana que este quería que fuera de transición un equipo decidió acelerar el ritmo y se pusieron al frente del pelotón. Esto no le sentó bien al Caníbal, y en una de sus habituales demostraciones de carácter, se puso al frente del pelotón en el lado opuesto de la calzada, como queriendo demostrar que podía él solo aguantar dicho ritmo.
 
Evidentemente los miembros del equipo rival se muestran sorprendidos, pero lejos de aminorar su marcha, deciden seguir al frente, esta vez entonando una canción en voz alta, como para demostrar que iban sobrados. La respuesta de Merckx, la habitual. Ataque suyo y entra finalmente extenuado por la línea de meta, pero habiendo vencido en la etapa.

O las leyendas que le unen al español Luis Ocaña, que son varias. Desde una semi desconocida que transcurrió tras varios años de rivalidad entre ellos, cuando Ocaña contó a la prensa que Merckx le solía ganar en la bicicleta, pero que un día se le llevó de fiesta y no pudo aguantarle el ritmo. Circula otra que dice que un día aburridillo en una alguna carrera, Merckx se escapó y se escondió tras un arbusto. Evidentemente Ocaña salió en su persecución. Fue impresionante la sorpresa que se llevó Ocaña al ver a Merckx darle un susto por las espaldas cuando le alcanzó de nuevo. Sinceramente, de todas cuantas leyendas se cuenta de Merckx, esta es la menos creíble, debido al carácter en la carretera del campeón belga y mundial.
 
O aquella más conocida en la que el español envió un telegrama al belga a inicios de 1971 en el que le dijo que respirase ahora tranquilo, porque en el Tour no iba ni a poder respirar. Efectivamente, Luis cumplió su promesa, y solo un accidente le impidió cumplir su palabra, cuando contaba con más de 7 minutos de ventaja con el belga.

Y por supuesto, la leyenda más sonada que ha llegado a nuestros días sobre el campeón. Y es que tal era su afán por la victoria, no solo las de etapa, sino también las metas volantes y todo tipo de premios, que un día vio a lo lejos una pancarta que creyó una meta volante y atacó, ante la perplejidad de pelotón, dejándolos atrás. Cuando llegó a la pancarta, se llevó una sorpresa mayúscula, puesto que esta no era más que la de un patrocinador. Sonadas tuvieron que ser las risas de sus compañeros de pelotón cuando se reintegró al mismo.

Realmente no se sabe cuantas de estas leyendas son ciertas y cuales son falsas, pero sin duda ha sido carácter competitivo del Caníbal el que ha dado pie a todas estas leyendas, sean o no ciertas.


Saludos a todos!!

jueves, 9 de junio de 2011

Johan Van Summeren

Porque podría narrar mil hazañas sobre la bicicleta, porque haber, muchas ha habido desde, por poner una fecha, la creación de la Liège-Bastogne-Liège, allá por 1892. Pero hoy no, voy a narrar otra historia, también relacionada con las bicicletas, en este caso en otra clásica, la que suele resultar más atractiva para la gran mayoría de los espectadores, la París-Roubaix, la que tuvo lugar en este último año, en abril de este 2011.

La historia que voy a contar no discurrió durante la disputa de la carrera en sí, sino a la finalización de la misma. Previamente a la actuación de Van Summeren en la línea de meta, antes había conseguido la victoria en la clásica, merced a una escapada que se produjo en el Bosque de Arenberg, a unos 100 kilómetros de meta. Fue secundado en la línea de meta por el gran favorito, el suizo Fabian Cancellara, el cual fue incapaz de neutralizar la fuga de este ya veterano gigantón belga (197 centímetros de altura).
 
Una vez lograda la victoria en la carrera y realizados los respectivos actos de homenaje a los 3 primeros corredores clasificados en el velódromo de Roubaix, al campeón se le entrega, como conmemoración de los tramos adoquinados, un adoquín, supuestamente extraído de uno de esos tramos.

Pues bien, ¿Qué hizo Van Summeren con su adoquín?
Otro corredor cualquiera, tras la gloria de la victoria, se hubiera ido, adoquín en mano, camino del autobús de su equipo para llegar cuanto antes al hotel y poder descansar de la paliza de 6 horas que acaban de sufrir sobre la bicicleta. Pero el gigante belga no. Van Summeren no tuvo otra ocurrencia que pedirle matrimonio a su novia, adoquín en mano.
 
A Jasmine (su novia), obviamente le sobraron los motivos para quedarse de piedra. La costumbre nos habla de regalar un anillo, o quizás un ramo de flores, con el declarado rodilla en suelo. En este caso, Jasmine en vez de ese habitual gesto, recibió de su pareja un adoquín, barro y un gran abrazo.
 
De esta forma tan particular le pidió matrimonio a su novia el ganador de la París-Roubaix, el que otrora fuera gregario belga, que por un día se había transformado en el hombre más importante del pelotón.
 
Y esto lo hizo prácticamente nada más atravesar la línea de meta, tan solo unos minutos después, en el Infierno del Norte, Las palabras del ganador belga no tienen desperdicio: "La gente suele regalar un anillo. Yo le he dado una roca". Estas palabras las dijo en presencia de su novia, con el adoquín en su poder.

Casos como este, no tienen precedente en el mundo del ciclismo, aunque si hay casos especiales de los corredores con sus mujeres. Es el caso de Pollack, que abandonó la última edición del Giro de Italia en la última etapa para poder casarse con su novia en ese mismo domingo 28 de mayo. Días después, concretamente desde el pasado fin de semana, para celebrarlo, fue convocado por su equipo para correr la Dauphine Libere. O también el caso del finlandés Charles Wegelius, que estando de luna de miel, fue llamado a última hora por su equipo, el Silence Lotto para completar el 9 del Tour, ya que un compañero suyo no iba a poder tomar la salida.
Se ignora en ambos casos como se lo tomaron las mujeres.



Saludos a todos!!