jueves, 28 de febrero de 2013

Bahamontes, el Águila de Toledo

Federico Martín Bahamontes está considerado como uno de los grandes escaladores de la historia del ciclismo. Además fue el  primer corredor español que consiguió ganar en el Tour de Francia. En su currículum tampoco hay que olvidar sus seis victorias en la clasificación de la montaña del Tour o las excentricidades que realizó a lo largo de su carrera.

Alejandro Martín Bahamontes, apodado como El águila de Toledo, nació en Val de Santo Domingo, una pequeña localidad de Toledo de 1.700 habitantes, un 9 de julio de 1928. En su partida de nacimiento aparecía con el nombre de Alejandro, aunque desde muy joven fue conocido como Federico, ya que, según ha contado el propio protagonista, su tío se llamaba Federico y dijo que su sobrino se llamaba igual, y puesto que era quien mandaba en la familia, pasó a conocérsele como Federico, aunque en su partida de nacimiento no apareciera ese nombre. Su padre, que se llamaba Julián Martín, se sacrificó mucho por darle una oportunidad a su familia y a sus hijos. Él era peón caminero hasta que decidió, asumiendo un gran riesgo, trasladarse a la ciudad de Toledo, donde dijo que se encontraba el dinero de verdad. Allí trabajó en un cigarral, a las afueras de la ciudad. 

Bahamontes se aficionó al fútbol desde joven, jugando con unos compañeros de su edad que le convencieron para que se comprase una bicicleta y les acompañase en sus excursiones ciclistas. Alejandro, o más bien Federico, como le conocía todo el mundo, habló con su padre, ya que no podía costearse por sí mismo una bicicleta. Finalmente acordaron que el padre le ayudaría a comprársela, pero a cambio de que también la usase para vender en diferentes lugares de la ciudad los productos de su huerta, para obtener un dinero extra. Este esfuerzo le supuso al padre un gran sacrificio de 250 pesetas de la época.

Comenzó a salir con sus amigos y rápidamente observó que era mejor que ellos, especialmente cuando las carreteras se empinaban. En la conocida cuesta del Cristo de la Luz de Toledo fue donde comenzó a desafiar y vencer a sus compañeros de fatigas. Se comenzó a ver que podía ser algo más que un simple aficionado de la bicicleta. Sin embargo, a causa de una fiebre tifoidea, en un reconocimiento médico, se le detectó una insuficiencia torácica, lo que nublaba su futuro como ciclista. A pesar de esa mala noticia que le dio el galeno en el reconocimiento médico, a Bahamontes su padre no le había enseñado a rendirse a la primera dificultad y quiso comenzar a competir contra rivales de mayor entidad. Su primera competición medio seria fue la Toledo-Torrijos-Toledo, en donde concluyó en segunda posición de la clasificación. Había demostrado a todos, y se había demostrado a sí mismo que podía con la competición ciclista, a pesar de lo que le habían dicho los médicos.

Su primera competición profesional fue la Vuelta a Asturias, en 1953, en la que participó con una licencia cuarta independiente, como relata él mismo. A dicha carrera, y debido a que sólo contaba con 100 pesetas, se desplazó en su bicicleta desde Toledo hasta Asturias. Recorrió unos 700 kilómetros en 3 días para poder participar en la carrera, aunque no fue el único competidor que hizo algo similar, puesto que era un común de la época, ya que entonces era un deporte muy modesto. A pesar del esfuerzo de tener que recorrer tal distancia en los días anteriores a la carrera, Bahamonbres se hizo ver en la prueba y se alzó con el triunfo en el Gran Premio de la Montaña, aunque la victoria correspondió al mallorquín Antonio Gelabert. Ese mismo año participó en la Vuelta a Cataluña, y allí también se hizo con el Gran Premio de la Montaña, con una sorprendente autoridad. Julián Berrendero le había echado el ojo en esas carreras y dijo que tenía que ir al Tour de Francia.

El helado de Bahamontes
Bahamontes era uno de los ciclistas más peculiares del pelotón, debido a su fuerte carácter y a sus extravagancias, como se encargó demostrar en su primera participación en el Tour. Esa primera participación fue en 1954, y en aquel año se hizo por primera vez (de un total de seis) con el Gran Premio de la Montaña de la carrera (aún no había maillot en aquella época), pero se hizo especialmente famoso por la anécdota del helado. Esta anécdota tuvo lugar lugar en una etapa montañosa, en la que comenzó la jornada escapado y acompañado por los franceses Jean Mallejac y Le Guilly y por el suizo Fritz Schaer. Fueron en armonía hasta que en uno de los puertos, en la Romeyere, el español dio un primer hachazo, para comprobar como iban sus rivales, y un segundo hachazo, el de verdad, para marcharse en solitario. Coronó, por supuesto, en primer lugar, con varios minutos de ventaja, pero no podía afrontar el descenso del puerto ya que tenía dos radios de su rueda trasera rotos y por ello tuvo que destensar el freno. Como no lo podía arreglar por su cuenta, le toco apearse de la bicicleta y esperar a su coche.
 
Ante esta situación, a Bahamontes le esperaban varios minutos hasta que llegase su coche, y no se le ocurrió otra cosa en tal situación que acercarse a un pequeño puesto de helados que había por la cima y comprar uno. Esa anécdota fue muy explotada por la prensa francesa y española, aludiendo los primeros que ese español se estaba riendo de su gran carrera y los segundos que nuestro gran corredor iba tan sobrado en la montaña que podía permitirse incluso el pararse a tomar un helado y ganar al resto. Pero ninguno mencionó el hecho de que Bahamontes simplemente lo hizo porque tenía la bici estropeada y al no poder arreglarla, tenía que esperar una ayuda que tardaría bastante tiempo en llegar. Gracias a esa anécdota del helado, todo el mundo conoció a Bahamontes.

La rivalidad con Loroño
Un año antes de aquella anécdota del helado, en 1953, fue cuando se conocieron Jesús Loroño y Bahamontes, en una carrera en Burgos. Ambos serían grandes adversarios, rivalizando de una forma como no se había visto antes en este país, aunque lejos de los niveles que alcanzó la rivalidad Coppi-Bartali. Tal fue su rivalidad que Bahamontes, se dijo, llegó a remolcar al corredor Angelo Conterno, para impedir que su rival y enemigo Loroño se hiciera con la victoria de la Vuelta a España de 1956. Sin duda el final de aquella Vuelta fue donde se fraguó su rivalidad.

A tres etapas para el final de aquella Vuelta, Bahamontes era el favorito para la victoria final, cuando estaba a 8 segundos del italiano Conterno y faltaba todavía montaña. Loroño se encontraba a un minuto y medio. En la etapa que unía San Sebastián con Bilbao, Loroño recuperó casi un minuto y se situó tercero. La general estaba en un puño, con los tres primeros situados en unos cuarenta segundos. La siguiente etapa, la penúltima, la llegaba a Vitoria estuvo llena de polémica en la selección española, ya que Bahamontes pinchó hasta en tres ocasiones y Loroño no le esperó, a lo que se sumó que ningún otro corredor de la selección se encontrase cerca del grupo donde marchaban los favoritos. Bahamontes se sintió traicionado por toda su equipo, especialmente por Loroño.

Pero si la jornada de Bilbao tuvo polémica, mucha más tuvo la última etapa, en Bilbao. En el puerto de Sollube se escaparon Loroño, Bahamontes y Marigil, contando con un minuto de ventaja, lo que situaba al primero como líder y campeón de la carrera, de llegar así a meta. Los tres corredores sufrieron un pinchazo en sus ruedas, siendo el primero Loroño. A este le esperó Marigil, mientras que Bahamontes reducía la marcha esperándolos. Luego sería el toledano quien pinchase, sin que le esperasen sus compañeros, con el consiguiente enfado del Águila de Toledo. Marigil también pincharía sin ser esperado por Loroño. Por detrás, mientras, se aliaron la selección belga (Impanis era 3º) e italiana (Conterno era el líder) para neutralizar al líder virtual de la carrera. Cuando fue neutralizado Bahamontes por el pelotón, se dijo que Conterno se agarró a su maillot para que este le arrastrase en los repechos, y por ello recibió una sanción de medio minuto en meta, lo que no impidió que el italiano se alzase con la victoria final, por 13 segundos.
Había nacido así una rivalidad que sería histórica entre los dos mejores corredores de la época en España, Bahamontes y Loroño, una rivalidad que provocó que uno vetase al otro y viceversa en algunas carreras años después.

Al año siguiente se recrudeció de forma bastante importante el enfrentamiento entre Loroño y Bahamontes, en la Vuelta a España. Bernardo Ruiz, compañero de ambos y muy enemistado con el corredor castellano, definió la situación que llevó a Federico a perder esa Vuelta y que esta fuera ganada por el corredor vasco: "Bahamontes pudo ganar la Vuelta de 1957, pero es que dentro del equipo tenía muchos enemigos. No nos fiábamos porque era un irresponsable, en cualquier momento era capaz de dar la espantada por cualquier circunstancia".

En la Vuelta de 1957 el corredor que primero dio un golpe en la mesa, deportivamente hablando, fue Bahamontes, quien ganó la etapa de Mieres y se situó como líder y con más de 14 minutos de ventaja con respecto a Loroño. Este último respondió camino de Tortosa, en tierras valencianas. Allí, aliado con Bernardo Ruiz y empujado por los cinco compañeros de fuga, Jesús atacó y llegó a meta con unos 22 minutos de ventaja, vistiéndose así de líder. El golpe del vasco había sido definitivo, pero se había dado gracias a una polémica decisión del seleccionador Luis Puig por la que el toledano se sintió traicionado. Y  es que Bahamontes intentó salir a la rueda de su compañero de equipo, pero su seleccionador, moviendo el coche de lado a lado de la calzada e incluso deteniéndolo, impidió que se pegara a la rueda de Loroño. Al tiempo, quien fuera su fiel gregario, Galdeano, en vez de intentar ayudar a Fede, se dedicó a agarrar el maillot de su compañero, para impedirle avanzar.

Federico en el hotel explotó, hablando de robo, que le habían robado la Vuelta (jamás conseguiría ganar ninguna), y algunas versiones dicen que incluso llegó a enfrentarse a Loroño, quien le agarró por el pecho y de no ser porque hubo mediación, habría golpeado al toledano. Lo que si parece cierto de aquella noche en el hotel, es que Bahamontes se encerró en su habitación y no bajó a cenar porque decía que Loroño le quería pegar.

Al concluir la Vuelta, ambos corredores acudieron al Tour con la selección nacional. Allí Loroño finalizó en la quinta posición final, mientras que Bahamontes abandonó la carrera cuando esta marchaba por los Alpes. Federico no tenía ya en ese momento opciones de victoria ni de hacer nada importante en la general, y como haría en varias ocasiones más cuando venían mal dadas y no tenía opciones de ser protagonista, se bajó de la bicicleta y dejó tirados a sus compañeros de equipo, especialmente a Loroño, quien habría necesitado de su ayuda en lo que quedaba de carrera. Camino de los Alpes, como decía, Fede se hizo a un lado de la carretera, y aunque el director de la carrera intentó convencerle de lo contrario, este abandonó la carrera. Le dolía un codo, debido a una inyección mal puesta, motivo para él suficiente para abandonar.

Abandono en la Vuelta y fichaje por Faema
En la Vuelta de 1959 Bahamontes marchaba bien colocado en la general de la carrera, en la que además era líder de la prueba su compañero en el Kas, Karmany. Sin embargo un par de malas etapas de él y de su equipo le hicieron caer hasta la vigésima posición de la carrera a casi media hora del nuevo líder, Everaert. Ante esa situación de carrera, Fede dijo que tenía un principio de apendicitis y abandonó la prueba. Por supuesto era una lesión fingida. Realmente ese abandono fue debido a que tras la etapa de Tortosa en la que se impuso Rik Van Looy, cinco corredores del equipo Faema fueron repescados tras llegar fuera de control, y Bahamontes dijo que si se les repescaba, se iría de la carrera, opinión secundada por el director del equipo Licor 43. El trasfondo del asunto venía porque el director del Faema era Bernardo Ruiz, aquel corredor que le agarró del maillot en la etapa de la Vuelta de hacía dos años, quien además había deseado que el corredor no ganase la carrera en una entrevista.

Finalmente los Faema serían repescados y ningún corredor abandonaría la carrera, al menos ese día, ya que Bahamontes se terminó retirando de la carrera días más tarde, cuando su compañero José Segú se vistió como líder. Otra nueva sarta de escusas, como que los Faema o dirección de carrera están conjurados en su contra, pero nuevamente se había retirado cuando un compañero suyo necesitaba ayuda de él y él ya no podía hacer nada en la general. Sorprendentemente unos meses meses más tarde firmaría por el equipo Faema.
 
Vencedor en Francia
A pesar de esa polémica por su abandono en la Vuelta, 1959 fue indudablemente su año, cuando en pocos meses consiguió que el público pasase de odiarle a amarle. En los meses que pasaron entre la disputa de la Vuelta y el comienzo del Tour, se vivió otro punto cumbre del enfrentamiento entre Loroño y Bahamontes. En ese tiempo el toledano parece ser que lanzó un órdago al seleccionador español, que ahora era Langarica, en el que exigió ir como líder único de la selección y que tampoco podría acudir a Francia Loroño. Langarica aceptó y no fue seleccionado el corredor vasco para el Tour. Evidentemente el cabreo de Loroño fue mayúsculo, y desde el País Vasco los medios atacaron con muchísima dureza al seleccionador.

Jacques Anquetil se presentaba como el gran favorito en la línea de salida. De la primera gran prueba, la crono entre Blain y Nante, Bahamontes salió muy reforzado, ya que cedió menos de tres minutos con el ganador del día, la joven promesa Roger Rivière. Estaba bien ubicado en la general, y de los Pirineos salió ya como gran favorito de la carrera, colocado en quinta posición de la general antes de la cronoescalada de Puy de Dôme, en la cual, literalmente se exhibió. En los 13 kilómetros de la cronoescalada aventajó en un minuto y medio al segundo clasificado del día, Charly Gaul, en más de tres a los franceses Anquetil y Rivière y nada menos que seis al líder de la carrera, Hoevenaers. Se encontraba a cuatro segundos del líder.

La oportunidad de colocarse como líder se iba a dar en la 17ª etapa de la carrera, que finalizaba en Grenoble, en la que se marcó con Charly Gaul y juntos hicieron camino. El luxemburgués fue el ganador de la etapa y el español se vistió del amarillo del líder, una prenda que ya no soltaría hasta el final de la carrera. La llegada al Parque de los Príncipes el último día de la carrera estuvo llena de emoción entre la delegación español, ya que por primera vez un corredor español conseguía vencer en el Tour de Francia, y para mayor jolgorio del equipo español, ese último día era 18 de julio, fecha del aniversario del alzamiento de Franco, y por lo tanto día grande del país.
 
Un año en Faema
En 1960, como ya se dijo, firmó por el conjunto Faema en donde tenía un gran número de enemigos, siendo el primero de ellos su director, Bernardo Ruíz. El flamante último ganador del Tour participó en la Vuelta a España, en donde las cosas no le fueron especialmente bien, ya que varios compañeros suyos del Faema le estaban superando en la clasificación general, como Manzaneque o Botella. Durante la carrera Miguel Pachecho estuvo cerca del liderazgo, y como era un corredor que había abandonado Faema porque no era convocado para las carreras, los corredores de este conjunto hicieron una alianza con sus compatriotas para hacerse ellos con el triunfo. El público estaba muy mosqueado por ese asunto y porque las grandes estrellas no estaban respondiendo como se esperaba de ellos (Gaul había abandonado la carrera y Bahamontes andaba perdido en la general) cuando la prueba se acercaba al País Vasco, territorio grande de la prueba.

Camino de Santander San Emeterio llegó fuera de control y Bahamontes, compañero suyo, amenazó con retirarse de la carrera si no le readmitían. Al día siguiente Fede se retrasó voluntariamente para llegar fuera de control, ya que dijo que la organización no se atrevería a echarle a él de la carrera. El público estaba muy molesto con lo que estaba sucediendo en la carrera, con que el Faema prefería que ganase un extranjero desconocido y con Bahamontes, el que en un momento determinado, ante el comentario de algún aficionado, se bajó de la bicicleta, cogió la bomba de inflar ruedas y se lió a guantazos con ese pobre aficionado. Terminó retirándose de esa Vuelta a España.

Bahamontes, por supuesto, fue seleccionado por España para defender su victoria en el Tour del año anterior, a pesar de que su temporada no estaba siendo buena. Se presentó en la salida de la carrera sin estar en condiciones de defender su título, y con la sospecha que sus compañeros le van a hacer el vacío, pues de los 14 corredores del conjunto nacional, la mitad eran del Faema. Ese mal estado físico lo confirmó en la primera etapa de la carrera, una etapa doble, en la que por la mañana cedió algo de tiempo, pero en la contrarreloj de la tarde perdió cualquier tipo de opción. Al terminar el día se encontraba a más de 7 minutos de la general. En el transcurso de la segunda jornada abandonó la carrera, dejando tirados nuevamente a sus compañeros.

Después de esa negativa experiencia en Faema se marchó al equipo italiano VOV. En 1961 no tuvo un buen año y en su abandono en el Giro tuvo que sumar una no participación en la Vuelta, a la que no volvería hasta su último año de profesional y en el Tour. Para 1962 fichó por el Margnat-Paloma y tampoco fue un gran año para el toledano, aunque fue recuperando el golpe de pedal que había perdido en las últimas dos temporadas y volvió a ganar la clasificación de la montaña. En las siguientes dos temporadas si que volvió la mejor versión del Águila de Toledo, con una visita cada año al pódium del Tour Francia y ganando también la clasificación de la montaña. Con esos tres triunfos consecutivos, Fede se convirtió en el corredor más laureado de la clasificación de la montaña hasta el año 2004 en que Virenque le superó.
 
Abandono en el Tour y retirada
En el Tour de 1965 Bahamontes se presentó en la salida con 37 años de edad, pero con aspiraciones de dejarse ver en carrera, liderando un equipo en el que también estaba gente como Julio Jiménez o Pérez Francés. Lamentablemente sus opciones de pensar en hacer algo importante en la general se esfumaron en la primera jornada de Pirineos, en la etapa de Bagnères-de-Bigorre, a cuya meta llegó en penúltimo lugar con unos 38 minutos de retraso con respecto al ganador, su compañero de equipo Julio Jiménez.

La siguiente etapa, la del 1 de julio, llevaba a los corredores a Ax-les-Thermes. En ella Bahamontes decidió demostrar que lo sucedido el día anterior había sido simplemente una mala jornada y lanzó un ataque en los primeros kilómetros del día. El pelotón le dejó marcharse, pero optaron por controlarle a una cierta distancia. Al cabo de varios kilómetros el pelotón aceleró la marcha intentando neutralizarle, pero Fede no aparecía por ningún lado. Los integrantes de la selección española se estaban volviendo locos buscando a su compañero. Jiménez dijo que comenzó a correr el rumor de que se habia bajado de la bicicleta, pero era como otra vez de tantas, y no le dieron crédito. Al final resultó que era cierto, y Bahamontes se había retirado de la carrera, mientras que el ganador del día fue Guido Reybroeck.

Bahamontes achacó su retirada a un asunto de cobro. Dijo que su equipo le debía dinero y tras intentar negociar con ellos para que le asegurasen ese cobro, desistió en las negociaciones, ya que no le aseguraban que fuese a cobrar. Ante esa negativa, según relata el corredor, después de una curva se dirigió hacia el bosque que atravesaba la carretera y se escondió allí, esperando a que pasase todo el pelotón y le recogiese el último coche de la caravana del Tour. Otra de las excentricidades del Águila de Toledo. No estaba interesado en que le siguieran tomando el pelo, siempre según relata el ciclista. Iba a ser la penúltima vez que se iba a ver a Bahamontes sobre una bicicleta.


Fede se puso un dorsal por última vez en Barcelona, en la mítica Escalada a Montjuïc, en el día de la Hispanidad, un 12 de octubre de 1965. Tan sólo Raymond Poulidor le superó en la línea de meta. Después de terminar esa carrera, finalizada la  temporada, Federico decidió colgar la bicicleta, y aconsejado por su padrino Evarist Murtra, abrió una tienda de bicicletas en Toledo. El Kas y el Ferrys habían llamado a su puerta ofreciéndole seguir una temporada más, pero el toledano prefirió retirarse demostrando que podía haber seguido compitiendo a un alto nivel. Era simplemente Bahamontes.


Saludos a todos!!

miércoles, 13 de febrero de 2013

La última gran cabalgada del Pirata

Marco Pantani se presentó en el Tour de Francia de 2000 como un corredor sin un objetivo claro sobre su participación en la carrera. Sólo las circunstancias de la misma y la actitud dictatorial de Armstrong consiguieron sacar de la burbuja de autodestrucción en la que se había sumido el italiano desde su expulsión en el Giro del año anterior y provocaron que viéramos por última vez en las carreteras francesas a Pantani acometiendo un gran ataque en montaña.

Marco Pantani se presento en el Tour de Francia del año 2000 como un corredor muy diferente al que había ganado esa misma carrera dos años antes. En la salida no está mental ni físicamente preparado para ganar, pues ya no era aquel corredor. Llegó a la carrera después de casi un año de retiro, tras su expulsión en el Giro de Italia del 99, que ya tenía en su mano. Desde aquella expulsión, únicamente había participado en el último Giro, aunque lejos de su nivel habitual y sin encontrarse al máximo de su rendimiento, culminando su participación con una aparatosa caída en las últimas etapas.
 
Marco no tenía opciones reales de ganar la carrera, pero si hubiera corrido con cabeza podría haber optado a subirse al pódium, y de esta forma podría haberse congraciado con la dirección del Tour, después de los desencuentros que hubo entre ambas partes a raíz de los sucesos ocurridos en la edición en la que se proclamó como ganador. No había hecho ninguna concentración específica de trabajo desde el año anterior, no había realizado ningún tipo de preparación y no tenía ningún objetivo concreto para ese año.

Pasan los primeros días de carrera, y Marco es uno más entre el pelotón, sin poder asomar la cabeza en ningún momento entre los hombres de cabeza. No era su momento, sino todo lo contrario, era el momento de intentar no perder tiempo con respecto a los buenos rodadores de la carrera. Antes de llegar a los Pirineos, primera cordillera montañosa de esa edición, la participación de Pantani no estaba siendo buena, puesto que rondaba el 90º puesto de la general, a unos 6 minutos del verdadero capo de la carrera, aunque aún no líder, el norteamericano Lance Armstrong. Y la cosa no iba a mejorar, sino todo lo contrario en la primera etapa montañosa de Hautacam, donde fue el último de los escaladores en llegar a meta de entre los favoritos, y cedió unos cuatro minutos con respecto al ahora nuevo líder, Armstrong. Pero si por algo se caracterizó Marco durante toda su vida deportiva, fue por su persistencia y por no tirar jamás la toalla. 

La humillación de Mont Ventoux
Llegó la etapa del Mont Ventoux, y parecía que iba a vivir nuevamente una odisea el italiano, ya que se quedó rápidamente cortado del grupo de favoritos en las primeras rampas del Monte Pelado. Marco peleó contra sí mismo y se reenganchó, después de muchos kilómetros de persecución, al grupo de los favoritos. Aún así, eso no era suficiente para él, alguien como él no podía conformarse con solo ir a rueda de un grupo, así que atacó en varias ocasiones hasta que consiguió marcharse en solitario. Los corredores le ven salir y alguno intenta salir a su rueda, pero ninguno puede seguir su ritmo. Ni Heras, ni Virenque, ni por supuesto Ullrich. Todos quedan cortados. Todos salvo uno, que cuando vio que la ventaja del Pirata era suficiente, cambió el ritmo del grupo y en un sprint prodigioso en la montaña se puso rápidamente en paralelo al italiano. Ese corredor no era otro que el líder de la carrera, Lance Armstrong, quien marchó en esos últimos kilómetros con él. Hubo una cierta armonía entre ambos, hasta que se produjo la llegada a meta, donde el americano humilló a Pantani, ya que no se conformó con regalar la etapa, intentando hacer un gesto al estilo Indurain, sino que con sus posteriores declaraciones dejó claro que le regaló la etapa, haciendo ver a todo el mundo que él era el hombre más fuerte. Pantani era un campeón, no un corredor cualquiera, y no quería las migajas que el líder le quisiera regalar.

Armstrong había humillado al de Cesena en el Mont Ventoux, y eso probablemente afectó a una persona con graves alteraciones emocionales. Hubo cruce de declaraciones entre ambos corredores, culminando cuando Lance llamó Elefantino a Pantani, un insulto que había detestado desde que pequeño. Desde ese momento Pantani decidió hacer de los Alpes una cruzada contra los corredores del US Postal, encabezados por la persona que no le había respetado a él, todo un campeón del Tour. 

Después de esa victoria en el Mont Ventoux, Marco era el 12º clasificado de la general. La siguiente etapa iba a ser la de Briancon, en la que los corredores atravesarían el Izoard. Pantani volvió a atacar en la montaña. A Armstrong no le sentó nada bien ese ataque. Él era el hombre más fuerte de la carrera y no entendía porque ese corredor al que ya había regalado una etapa no se sometía a la ley que él dictaba. El italiano estaba cabreando al líder y este no conseguía entender como después de todos los palos que se había llevado ya en aquel Tour, este todavía seguía atacando y lo hacía sin someterse a lo que él mandaba. Esto era lo que más cabreaba al americano, más que la infinidad de ataques que hizo, sino que el cesenático no temía lo que Lance pudiera hacerle en carrera.
 
Por supuesto Lance saltó a por Pantani en el Izoard y ambos se fueron, con el italiano intentando dejar descolgado al americano y este pegado a su rueda. Pero ese no era el juego que quería Marco, que solo quería destrozar al líder y en el descenso termina con su ataque y se reincorporan ambos al grupo de los favoritos, con una bronca tremenda del líder a Marco y este pasando del asunto e intentando divisar una mejor oportunidad en el horizonte. Aún así Pantani no se rindió por aquel día, y cuando llegaron al repecho de Briançon, lanzó un nuevo ataque. Esta vez si se fue, tan solo por un puñado de segundos, pero había escapado por fin alguien del cerco del americano sin que este lo hubiera autorizado. Ahora Pantani era el noveno corredor de la general, conseguido gracias a ser el corredor más testarudo del pelotón y a no rendirse en ningún momento.

Para la etapa de Courchevel ya hay otro Pantani. No es el de las dos temporadas anteriores, pero es un corredor completamente diferente al de la primera semana de carrera y con una gran confianza en sí mismo. Aquel día consiguió la que será su última victoria en una gran carrera por etapas, y lo hará a lo grande, como las que había conseguido durante la década anterior. Al comenzar el puerto de Courchevel incrementa su ritmo, se pone en primer lugar del grupo y su ritmo no puede seguirlo ningún otro corredor. Tan solo el Chava Jiménez consigue ir a su rueda varios kilómetros, pero será inútil, ya que el Pirata le deja descolgado y se alza con la victoria en solitario en la cima de Courchevel, sacando una gran ventaja al grupo de favoritos. Como premio, Marco se colocaba en sexta posición de la general, a un mundo del líder, a 9 minutos y 3 segundos, pero con el segundo puesto relativamente a tiro, ya que Ullrich, el segundo de la general, se encontraba a 7 minutos y 26 segundos del líder, por lo tanto, con poco más de un minuto y medio de ventaja con respecto a Pantani. Beloki, Moreau y Heras se encontraban entre ambos. El pódium, corriendo con cabeza, era una realidad, estaba al alcance de su mano.

Courchevel-Morzine. 196 kilómetros de sufrimiento
Comenzó la última etapa montañosa de la carrera, la que iba a llevar a los corredores a Morzine, en una etapa que comenzaba en Courchevel y que llevaba a los corredores a Morzine a través de 196.5 kilómetros. En ella iban a atravesar cinco puertos de montaña; Saisies sería el primer puerto, en el kilómetro 80 de carrera. Un primera categoría de más de 15 kilómetros a más del 6%. El Aravis, de 8 kilómetros y segunda categoría, estaría en el kilómetro 106. En el kilómetro 131 los corredores se encontrarían con la Colombiere, un primera de casi 12 kilómetros. La penúltima dificultad del día sería el Chatillon, un tercera de poco menos de 5 kilómetros. Por último, la última dificultad montañosa del día y del Tour sería el Joux Plane, un HC de 12 kilómetros y un desnivel medio superior al 8%. Una etapa en la que se podía jugar a ser ciclista.

Y a eso precisamente quiso jugar Pantani, a ser ciclista, en una última gran aparición a 130 kilómetros de la meta, que pudo haber sido histórica de haber salido como le hubiera gustado al protagonista de la misma. Pero no salió bien, como casi todo en la vida del italiano.

Antes de llegar a ese ataque, en los primeros kilómetros de la etapa, una caída afecta, entre otros, a Marco Pantani, que aparentemente no tiene ninguna consecuencia, y a Marcos Serrano, que este sí tendrá más problemas, puesto que se tendría que retirar con dos costillas rotas, aunque inicialmente se creyó que era una fractura de clavícula. La carrera va lanzada, ya que antes del primer puerto de montaña se llegaba al sprint intermedio de Albertville, en donde McEwen se lleva los 6 puntos, por 4 de Zabel y 2 de Francois Simon.

El pelotón, después de ese sprint intermedio sigue lanzado, y yendo a mil por hora es como llegan a esa primera dificultad montañosa de Saisies. En las primeras rampas el pelotón se divide, entre los que van a seguir a los favoritos y los que se van a desentender de la etapa. Faltaban más de 130 kilómetros para llegar a meta y entre los favoritos se podía cortar el ambiente con un cuchillo. Y ese cuchillo lo iba a llevar Marco Pantani entre sus dientes. Allí, a tan descomunal distancia de meta aceleró el ritmo dejando atrás a los demás corredores. Era un ataque kamikaze. Nadie sabía que hacer, era simple y llanamente, una locura lo que estaba haciendo Pantani, el sexto clasificado de la general. En el pelotón cundió la psicosis. Los corredores comenzaron a ponerse nerviosos. Los favoritos no sabían que hacer, si intentar ir por el italiano y exponerse a una pájara descomunal, o intentar mantener en un pelotón que cada vez se mostraba más nervioso. Y el más nervioso de ese pelotón iba a ser su líder. Ese corredor al que había humillado, vejado, abroncado... le estaba haciendo sentir el miedo a perder, en un sentimiento que jamás había sentido antes y que jamás volvió a sentir en la carretera.

El americano se estresó, se puso colérico, echando la mano de forma constante al pinganillo. No sabía como actuar, que hacer con ese maldito italiano que no había querido someterse a su tiranía. Estaba muy nervioso, sin saber que hacer y hablando a cada minuto con su coche, desde donde intentaban calmarlo. Finalmente desde el coche consiguieron calmarlo y que se mantuviera a rueda de sus compañeros Hamillton y Livinston, que serán quienes controlen la situación a partir de ese momento y quienes salvaran la carrera del americano, quien ya no se encontraba en sus cabales después de ese ataque. Si hubiera habido un mano a mano con Marco, este no habría ganado la carrera, porque no tenía físico para hacerlo, pero habría hecho perder el Tour del americano, que era lo que buscaba con ese ataque.

Pantani había echado un guante en Saisies para todo aquel corredor que quisiera ganar el Tour. Un ataque lejano era la única opción real de ganar la carrera, no se podía esperar al último puerto, porque las distancias no serían lo suficientemente grandes como para recortar lo necesario. Pero ningún otro corredor recogió el guante tendido por el italiano. Si hubo algún conato de agacharse a recogerlo, por parte de Ullrich o Heras, pero prefirieron el cobijo del pelotón, mucho más como para ellos y sobre todo para los US Postal. Tan sólo Escartín y Pascal Hervé, dos corredores que no preocupaban para nada en la general, optaron por salir del calor del pelotón e irse con Pantani en esa su última locura.

Ambos enlazaron con Pantani después de unos kilómetros de ascensión, pues este no pisó el acelerador, esperándoles, ya que sabía que no se encontraba preparado para hacer en solitario la aventura en que se había convertido la etapa. La etapa podría terminar muy mal para él, pero eso no le importaba. Él era así, o todo o nada. Poco a poco fueron abriendo un pequeño hueco con los favoritos, liderados por los US Postal que por primera vez en toda la carrera estaban rindiendo a un nivel similar al año anterior.

Este trío cabecero comienza a abrir un pequeño hueco con respecto a los favoritos, de apenas un puñado de segundos, entendiéndose a la perfección entre Pantani y Escartín, que colaboraban intensamente, con Hervé a rueda de ellos prácticamente todo el rato. No se podía pedir más del francés, un corredor mediocre a las órdenes de otro corredor también muy mediocre, aunque este último sólo tácticamente (Virenque). Saisies es coronado por este terceto con 1 minuto y 3 segundos de ventaja. Pantani acechaba así el pódium, pues se quedaba a apenas una veintena de segundos de Ullrich y Beloki.

Esa ventaja ascendió en otros nueve segundos en el siguiente puerto del día, el Aravis, mientras la carrera seguía con el mismo guión desde el puerto anterior. Pantani y Escartín colaborando, y los US Postal tirando atrás y calmando a su líder. El hueco que había conseguido el trío cabecero no invitaba a soñar con un vuelco en la general, y la máxima renta de que dispuso se dio en la tercera subida del día, la del Colombiere, en donde llegaron a tener 1 minuto y 40 segundos de ventaja a mitad de la subida. Pero el cansancio ya era muy patente entre un Escartín que era un quiero y no puedo y un Pantani que lo había dado todo en esa carrera. La ventaja al coronar ese puerto ya era inferior al minuto.

Se inicia el descenso y Moreau es el primer corredor en lanzarse a por los fugados, a los que casi ya ven. Será el primer corredor que contacte con ellos, siguiéndole poco después el resto de los favoritos del grupo, entre los que se encontraría ya un mucho más calmado Armstrong. Se había acabado así con más de 80 kilómetros de persecución y sufrimiento. Se había acabado así el sueño de Pantani de voltear el Tour y hacérselo perder al egocéntrico líder de la carrera. Pantani se situó al final del grupo para tomar aire. Su aventura le había dejado agotado. Allí sería escoltado por sus compañeros Velo y Siboni, a quienes ya no abandonaría en el resto de la etapa.

Se forma durante el descenso y los kilómetros que preceden al Joux Plane un pequeño grupo cabecero formado entre otros por Guido Trentin, Kivilev o Rous, que coge una cierta ventaja con los favoritos. Llegan entonces los corredores al último puerto de la jornada y la cosa comenzó a ponerse sería. Heras empezó a mostrarse muy ofensivo, al igual que Armstrong. Los ataques más importantes estaban corriendo a cargo del bejarano, a por quien rápidamente salía el líder, con Virenque siempre pegado a su rueda. Ullrich por su parte, como había sucedido durante todo el Tour, comenzaba a hacer aguas en la alta montaña cuando la cosa se ponía seria, aunque consigue aguantar sin perder la compostura a una distancia que le permite reintegrarse cada vez que haya algún ligero parón. Por delante se ha marchado Trentin en cabeza, siendo perseguido por Kivilev, aunque no les duraría mucho la alegría. Pantani ya hacía algún kilómetro que había cedido la rueda de los más fuertes y eso le costaría perder mucho tiempo en meta, siempre acompañado por sus fieles Velo y Siboni.

Por fin llega un ataque de Roberto Heras en el que consigue marcharse sin que nadie salga a su rueda. Armstrong comienza a ceder ante el ritmo que están marcando Virenque y Ullrich en la persecución de Heras e incrementan su ritmo. Faltan 20 a meta y Lance está pasando una crisis muy importante. Por fortuna para él, se corona a 10 de meta, por lo que si administra bien sus fuerzas, no tiene porque temer una pájara que le haga perder la carrera. En la persecución del corredor del Kelme, Virenque va más fuerte que Ullrich y decide saltar a por el bejarano, al que alcanzará a 5 de coronar. El alemán por su parte va regulando bien y mantiene a ambos corredores a una distancia prudencial. En medio de su hundimiento, Armstrong tiene la suerte de encontrarse con un pequeño grupo, cuando ya cedía más de un minuto con cabeza de carrera, entre los que se encuentran Botero o Moreau.

Heras y Virenque coronarán el Joux Plane en primer lugar, seguido, a 20 segundos, por el alemán Ullrich, que nada más pasar la pancarta del puerto se detiene a cambiar de bicicleta por un problema de frenos. El grupo en el que marcha Beloki, con Escartín y Hervé, coronan poco más de un minuto más tarde que cabeza de carrera. Mientras, el grupo de Armstrong lo hace con este fundido y a 2 minutos y 11 segundos de cabeza. Ahora solo queda un rápido descenso y Lance habrá salvado un Tour que por su tozudez podría haber perdido en Saisies de haber intentado hacer la guerra en solitario con Pantani.

Dentro ya del último kilómetro, mientras se están jugando la victoria, Heras entra demasiado rápido a una curva a izquierdas, chocando con la valla y destrozando su rueda delantera. Acababa de decir adiós a sus opciones de triunfo aquel día. Virenque se vio favorecido por ese accidente y pudo alzar los brazos al llegar en solitario a la meta de Morzine. Ullrich sería segundo a 24 segundos y Heras perdería otros tres segundos más, siendo tercero. Armstrong se mantuvo en el grupo que se encontraba y llegó a meta con dos minutos de retraso con el ganador del día. Había superado el peor día el día más duro de su carrera deportiva.

Por su parte Pantani perdió una minutada finalmente en la etapa, cediendo nada menos que casi 14 minutos. Al día siguiente se retiró de la carrera aduciendo problemas físicos, diciendo que durante la noche había pasado unos terribles problemas intestinales.

Adiós al Tour
Pantani, en aquel Tour, podría haber regresado al ciclismo de élite por todo lo alto, peleando y quizás consiguiendo un pódium en el Tour de su retorno, pero este prefirió ser fiel a sí mismo, aunque no consiguiera ese pódium. Prefirió revelarse contra el sistema establecido, en este caso por Armstrong, con la ayuda de la UCI. Prefirió la pasión a la razón, prefirió morir matando a ser un sumiso más de ese nuevo ciclismo impuesto por el nuevo orden establecido después del Caso Festina. Su valor aquel día de julio le salió muy cara. El Tour jamás volvió a abrir las puertas a la participación de Pantani en su carrera. El director de la carrera, Leblanc, no aguantaba que el italiano no hablase del Tour como la mejor carrera del mundo cuando era el vigente campeón. En el 2000 Pantani al no terminar la carrera le dio la oportunidad de borrarle de la carrera en sucesivas ediciones, y Leblanc no lo dejó pasar, cerrando para siempre las puertas al hombre que mayor espectáculo daba en carrera, que sumaba ocho victorias de etapa, todas en la alta montaña, y que a su victoria del 98 sumaba otros dos pódiums, siendo uno de los tres campeones de la carrera que quedaba en activo.

Apenas escasos cuatro años más tarde de aquellas jornadas en las que Pantani se reveló contra el sistema, un 14 de febrero de 2004, este apareció muerto en esa habitación del hotel de Rimini, totalmente irreconocible y rodeado de una gran cantidad de cocaína, abandonado por todo el mundo. Ese 14 de febrero de hace 9 años, Pantani nos abandonó para siempre, pero a cambio dejó su recuerdo imborrable en la memoria de los aficionados del ciclismo.

Clasifiación etapa 16. Chourchevel - Morzine.
1- Richard Virenque (Polti) 5h 32´ 20´´
2- Jan Ullrich (Telekom) a 24´´
3- Roberto Heras (Kelme) a 27´´
4- Fernando Escartin (Kelme) a 1´ 09´´
5- Joseba Beloki (Festina) a 1´ 11´´
6- Pascal Hervé (Polti) s.t.
7- Guido Trentin (Vini Caldirola) a 2´ 01´´
8- Lance Armstrong (US Postal) s.t.
9- Christophe Moreau (Festina) s.t.
10- Santiago Botero (Kelme) s.t.
...
38- MARCO PANTANI (Mercatone Uno) a 13´ 44´´

Clasificación General
1- Lance Armstrong (US Postal) 72h 12´ 30´´
2- Jan Ullrich (Telekom) a 5´ 37´´
3- Joseba Beloki (Festina) a 6´ 38´´
4- Roberto Heras (Kelme) a 6´ 43´´
5- Richard Virenque (Polti) a 7´ 36´´
6- Christophe Moreau (Festina) a 8´ 22´´
7- Santiago Botero (Kelme) a 10´ 19´´
8- Fernando Escartin (Kelme) a 11´ 35´´
9- Francisco Mancebo (Banesto) a 13´ 07´´
10- Manolo Beltrán (Banesto) a 13´ 08´´
...
14- MARCO PANTANI (Mercatone Uno) a 20´ 46´´


Saludos a todos!!

viernes, 8 de febrero de 2013

Wim Van Est, la caída que llegó al corazón

La historia del holandés Willem Van Est es la historia de un corredor que se dio más a conocer a raíz de su actuación durante dos jornadas en el Tour de 1951 que por el resto de su exitosa carrera. Van Est, gracias a su actuación durante esas dos etapas en su primer Tour, consiguió llegar al corazón de los aficionados, aunque probablemente, no de la forma que a él le habría gustado, sino gracias a un desafortunado suceso del que pudo salir airoso.

Willem Van Est nació en la ciudad de Fijnaart un 25 de marzo de 1923, y durante su juventud fue cuando comenzó a usar la bicicleta, pero no como cualquier otro aficionado, sino para realizar contrabando con tabaco, transportándolo en la bicicleta, hasta que fue detenido y enviado varios meses a la cárcel. Después de concluir la Segunda Guerra Mundial, y reciclarse, comenzó a competir como aficionado primero, y posteriormente ya en profesionales.

Destacó por su pedaleo fluido y de gran potencia, lo que le valió el apodo de la locomotora humana, gracias al cual consiguió varias victorias en sus inicios, como el campeonato holandés de persecución individual, aunque su primera gran victoria no llegó hasta el año 1950, donde se hizo con el triunfo de la Burdeos-París, una de las carreras de mayor dureza del calendario.

A pesar de esa victoria en la Burdeos-París de 1950, y otras dos más que consiguió, el año siguiente, 1951, fue probablemente el año más importante en la carrera del holandés, debido a su participación y actuación en el Tour de Francia. Aquel año Van Est fue seleccionado por el equipo nacional holandés para formar parte del equipo, por primera vez en su carrera. Iba a ser la primera vez que subiera puertos de montaña de verdad, como por ejemplo el Tourmalet, el Aubisque o un Mont Ventoux que se iba a subir por primera vez en la historia del Tour de Francia.

Durante las primeras etapas se mantuvo en los puestos cabeceros de la general, esperando una oportunidad de hacer algo sonado en la carrera. Esa oportunidad llegó en la duodécima etapa, la que unía Agen y Dax a través de 185 kilómetros. En la meta situada en el velódromo de dicha localidad se impuso Van Est en el sprint del grupo, gracias a haber cogido la zona interior de la pista, según reconoció el propio corredor. Ese grupo llegó a meta con más de 18 minutos de ventaja con respecto al pelotón de los hombres importantes. Era la primera vez que iba a vestirse con el maillot jaune, y lo hacía adelantando en la general a gente como Hugo Koblet o de los italianos Gino Bartali y el mismísimo Fausto Coppi, siendo además el primer holandés en la historia que se vestía con tan preciada prenda. Lo que no sabía el bueno del holandés es que el maillot jaune iba a durar tan solo 24 horas en su poder, debido a la mala suerte.

La siguiente etapa, la del 17 de julio, se desarrollaría en los Pirineos, y sería una odisea para el corredor tulipán, poco acostumbrado a circular en los grupos cabeceros al atravesar los puertos de montaña. Ese día la etapa finalizaba en Tarbes, y para llegar a ella debían atravesar previamente puertos de la magnitud del Tourmalet, en primer lugar, para posteriormente ascender el Aubisque. El Tourmalet lo coronó el líder con el grupo de favoritos, sin aparentes dificultades. Más dificultades pasó el líder en el Aubisque ya que aunque permanecía en el grupo, cada vez le costaba más seguir su rueda. Aguantó casi hasta la cima, pero finalmente cedió la rueda de este grupo de favoritos, a lo que se unió el infortunio en forma de pinchazo en una de sus ruedas. Eso le hizo perder en la cima algo más de tres minutos con los primeros clasificados de la general, y le obligaba a arriesgar en el descenso si quería enlazar con ellos. 

Si tuvo mala suerte en el final de la subida, esta se cebó con el holandés durante el descenso, en forma de caídas. Van Est, que no era un mal bajador, tampoco era un corredor con una habilidad especial para esta disciplina, intentó pegarse a la rueda de un Fiorenzo Magni que le había alcanzado por ese pinchazo y que quizás era el mejor bajador del pelotón. Aún así, y debido al peso del maillot que llevaba aquel día, quiso arriesgar por conservarlo, pegarse a su rueda y bajar a tumba abierta. Durante los primeros kilómetros del descenso, el corredor recibió un par de avisos ante el riesgo que estaba tomando, cayéndose nada menos que en dos ocasiones en apenas un par de minutos, aunque no quiso hacer caso de esos dos avisos en forma de caída que había sufrido, y prefirió seguir arriesgando, hasta que llegó el aviso definitivo, y no pudo seguir defendiendo su privilegiada posición de líder de la carrera.

A mitad del descenso del Aubisque, a la salida de una curva en zig-zag de izquierda a derecha, Wim perdió el control de su bicicleta, debido a la velocidad que llevaba, saltó el muro que se encontraba en el lado izquierdo de la carretera, y cayó por el barranco que había al otro lado de ese muro. La caída fue desde casi 50 metros de altura, aunque los periódicos de la época llegaron a hablar de hasta 70 metros. El holandés había caído y podría haberse perdido en el olvido, si no llega a ser porque tanto los corredores españoles Langarica y Masip como el belga Decock,, y su propio director, Pellenaers le vieron caer y rápidamente extendieron la voz de alarma, señalando que Van Est había caído por un barranco y que probablemente se le encontraría en el fondo del mismo sin vida.

En medio del caos, y sin que nadie supiera bien que pasaba y como llegar hasta lo que pensaban que sería el cadáver del corredor, se comenzaron a oir, primero débilmente y luego de una forma más clara, gritos de angustia y dolor en una zona donde no debería haber más que silencio, a lo que hubo una gran sensación de alborozo entre el público, mezclado con una sensación de preocupación, porque no sabían como podrían rescatar al corredor caído.

Había que actuar con rapidez, y alguna de las personas que intentaba colaborar en el rescate, se le ocurrió coger varios tubulares de repuesto de las bicicletas que los mecánicos presentes podían aportarles y comenzaron a entrelazar varios de ellos entre sí, hasta que alcanzase la longitud suficiente para llegar a donde se encontraba el accidentado. Una vez que hubo llegado hasta él, se le rodeó la cintura con un último tubular, y con la ayuda de varias personas fue subido hasta el lugar por donde había caído al barranco.

Nada más ser rescatado por toda esa gente anónima, fue trasladado al Hospital de Tarbes en ambulancia de manera urgente, para comprobar el grado de los daños producidos en la caída. Él no quería ir al hospital, sino que quería seguir compitiendo. Aún así se impuso la opinión de su director de equipo, que prefería que fuese a hacerse pruebas que descartasen que tuviese cualquier tipo de fractura.

Una vez que consiguieron apartar a los fotógrafos, que querían conseguir la mejor imagen del valiente corredor al montar en la ambulancia, esta le llevó rápidamente a ese Hospital de Tarbes, al tiempo que la gente rompió en aplausos ante la buena noticia de haber podido rescatar a alguien que creían habría muerto con semejante caída. De esta forma, Willem Van Est había llegado al corazón del aficionado, aunque no de la forma en que a él le habría gustado.

Más tarde, ya en casa, la marca de relojes Pontiac, que era la marca que suministraba relojes al equipo holandés durante el Tour de Francia, se dedicó a lanzar una brutal campaña publicitaria sobre su producto, en la que realizaban el siguiente anuncio "Caí a setenta metros de profundidad y mi corazón se detuvo, pero mi Pontiac nunca se detuvo". Todo ello porque pocos días después del accidente, el corredor reconoció que  su reloj siguió funcionando perfectamente, a lo que la marca decidió aprovechar ese tirón comercial que les acababa de ofrecer el corredor con sus palabras.

Wim Van Est siguió siendo profesional hasta la década siguiente, luciendo el maillot amarillo en otras dos ediciones del Tour (1955 y 1958), obteniendo también victorias de etapa en Tour de Francia y Giro de Italia, siendo nuevamente campeón holandés de persecución individual o consiguiendo otras dos victorias en la Burdeos París (1952 y 1961), pero él siguió siendo mucho más famoso por esos dos días del Tour de Francia de 1951 que por cualquier otro logro de su carrera.

Para recordar ese acontecimiento, ese vuelo milagroso, un monumento fue colocado en el Aubisque el 17 de julio de 2001 por parte de la organización del Tour, concretamente por Leblanc, justo cuando se cumplía medio siglo del accidente, en un homenaje al que pudo acudir el protagonista. Un protagonista que terminaría falleciendo dos años más tarde en su localidad natal, a la edad de 80 años.


Saludos a todos!!

viernes, 1 de febrero de 2013

Caníbal en estado puro

El belga Eddy Merckx había sido expulsado del Giro d´Italia de 1969 por dar positivo en un control antidopaje, del que el Caníbal siempre se defendió como inocente. Como se demostraron irregularidades en el procedimiento, la sanción le fue revocada y pudo participar en un Tour de Francia en donde el belga se tomaría su particular venganza por esa expulsión.
 
Corría la mañana de un caluroso 15 de Julio de 1969, y nada hacía presagiar que el protagonista del día sería Eddie Merckx. Hacía poco más de un mes que el belga había sido expulsado de la última edición del Giro por un dudoso positivo cuando vestía la maglia rosa en la carrera italiana. Como consecuencia de las irregularidades cometidas por las autoridades, no se aplicó sanción a Merckx, y este pudo tomar la salida en el Tour de Francia, una carrera que antes de disputar la 17ª etapa, ya tenía casi en el bolsillo, pues contaba con una ventaja de más de 8 minutos con respecto a Pingeon y 9´30´´ sobre el ganador de aquel Giro, Gimondi. Se estaba tomando la venganza de su expulsión del Giro, y ya se había impuesto en 5 etapas, de las disputadas hasta ese 15 de julio, y después de aquella etapa, aún quedarían por disputarse otras seis más. Pero ya nada volvería a ser igual en el Tour desde aquella etapa que finalizaba en Mourenx. Esa etapa quedaría marcada en la leyenda de la carrera.

La etapa de aquel 15 de julio de 1969 iba a acercar a los corredores del pelotón a la localidad de Mourenx, que etimológicamente significa Tierra de moriscos. Los corredores recorrerían 214.5 kilómetros, y afrontarían la ascensión de cuatro puertos. En los primeros kilómetros del día todo transcurría con normalidad, marchando todos los favoritos en pelotón, hasta que alcanzaron el ascenso del Tourmalet. Merckx quiso endurecer la subida al mítico puerto, y mandó tirar a su compañero de equipo Van den Bossche, que impuso un ritmo tremendo. Nadie tenía claro cual era el propósito del belga, mandando imponer ese ritmo a tanta distancia de meta.
 
El ritmo infernal que estaban imponiendo en el pelotón comenzó a cobrarse sus primeras victimas, reduciendo el grupo a apenas una treintena de unidades. Tal era el ritmo que incluso Gimondi comenzó a atravesar problemas y se quedó rezagado con respecto al resto de favoritos. El tercero de la general estaba sufriendo. Pero la verdadera sorpresa de aquella subida se produjo cuando estaban a punto de coronar el puerto. A escasos metros de coronar el Tourmalet, Merckx lanzó un demarraje que dejó secos a todos sus rivales, y ninguno fue capaz de seguirle, para afrontar en solitario el descenso. Ni uno solo de los corredores intentó irse a su rueda. Era una locura atacar a tanta distancia de meta.

Como anécdota comentar que Van den Bossche siempre dijo que una de las cosas que habían resultado más duras en su etapa como ciclista fue el no haber sido ese día el primero en coronar el Tourmalet, cuando había sido él quien había realizado toda la ascensión en cabeza, tirando del grupo. Pero Eddy Merckx es implacable, y como toda respuesta a las palabras de Van de Bossche dijo que su compañero antes del Tour había firmado por otro equipo y era un detalle que no le gustó nada, puesto que demostraba que no estaba metido en carrera. Otra de tanas de las cosas que tenía Merckx, y que tan poco gustaban a sus compañeros de equipo.

Tras el descenso del mítico Tourmalet, el director del belga, Driessens, un hombre con gran afán de protagonismo, intentó convencerle para desistir de esa locura por la que estaba pasando, ya que la carrera, en lo que a la general respecta, la tenía totalmente controlada y sentenciada. Merckx no le hizo ningún caso y se presentó en las primeras rampas del Aubisque con un minuto aproximadamente de ventaja sobre los hombres que le perseguían. Tras completar la ascensión esa ventaja había subido hasta la impresionante cifra de casi ocho minutos. Y aún quedaban 70 kilómetros para finalizar la etapa, y las diferencias que se estaban dando eran una locura.

En el descenso del Aubisque las distancias con el grupo perseguidor se habían ampliado, si es que era eso aún posible, pero el pedaleo del belga, después de más de 100 kilómetros rodando en solitario comenzó a resentirse. Al principio era prácticamente inapreciable, tanto que solo en los cronómetros de dirección de carrera se podía notar. En más de una ocasión de esos 50 kilómetros aproximadamente que le quedaban para concluir la etapa, el belga pensó en abandonar su locura y reintegrarse en el pelotón, pero en ese momento un ya convencido Driessens fue el que hizo ver a su discípulo que debía completar aquella locura que había empezado hacía unas tres horas.
Merckx se encontraba ya realmente fatigado, cuando a falta de unos 15 kilómetros para llegar a meta, le hizo una visita el hombre del mazo. El belga ya casi no era capaz de pedalear, presa del agotamiento físico y de calambres en las piernas. La ventaja con la que contaba se estaba viendo reducida de una forma bastante considerable, a prácticamente la mitad de lo que había llegado a ser, pero como se encontraba cerca de meta, pudo culminar su aventura de rodar 140 kilómetros en solitario, una carrera de él contra el pelotón.
Al tiempo que entraba por la línea de meta de Mourenx, hacía lo propio en la historia del ciclismo, siendo el protagonista de una de las mayores gestas que han tenido lugar en este bello deporte después de la Segunda Guerra Mundial. Casi ocho minutos más tarde, sería Dancelli quien daría tiempo en meta al sexteto perseguidor del belga. Pero ese día solo había un protagonista, Eddy Merckx, que había entrado con letras de oro en la historia del ciclismo.
En ese Tour de Francia, Merckx no dejó ninguna migaja a nadie, siendo más caníbal que nunca, ganándolo absolutamente todo. La general, el maillot verde, el de la montaña y la combinada, fueron a parar a su propiedad, a lo que hay que sumar que también consiguió con su equipo, el Faema, la general de los equipos. Estos premios, unidos a la espectacular victoria en Mourenx habían sido su particular forma de vengarse por su expulsión del anterior Giro d´Italia.

Clasificación etapa 17. Castelnaudary - Luchon
1- Eddy Merckx (Faema) 7 h 4´ 28´´
2- Michele Dancelli (Molteni) a 7´ 56´´
3- Martin Van Den Bossche (Faema) a 7´ 57´´
4- André Bayssière (Peugeot-BP-Michelín) m.t.
5- Roger Pingeon (Peugeot-BP-Michelín) m.t.
6- Jean-Claude Theillière (Sonolor-Lejeune) m.t.
7- André Zimmermann (Sonolor-Lejeune) m.t.
8- Raymond Poulidor (Mercier) m.t.
9- Jan Jansen (Bic) a 14´ 47´´
10- Marinus Wagtmans (Willem II-Gazelle) a 14´ 48´´

Clasificación General
1- Eddy Merckx 84 h 37´ 53´´
2- Roger Pingeon (Peugeot-BP-Michelin) a 16´ 18´´
3- Raymond Poulidor (Mercier) a 20´ 43´´
4- Felice Gimondi (Salvarini) a 24´ 18´´
5- Andrés Gandarias (Kas) a 29´ 35´´
6- Marinus Wagtmans (Willem II-Gazelle) a 30´ 50´´
7- Pierfranco Vianelli (Molteni) a 35´ 22´´
8- Désiré Letort (Peugeot-BP-Michelín) a 45´ 47´´
9- Joaquim Agostinho (Magniflex) a 46´ 48´´
10- Jan Jansen (Bic) a 48´ 53´´


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