La relación entre Stelvio y el Giro de Italia nació en la edición 36ª de la Corsa Rosa, en el año 1953. El Stelvio es el paso de montaña de mayor elevación de los Alpes Orientales, un coloso de 2758 metros de altitud -techo para el ciclismo de la época-, con un camino desde Prato allo Stelvio de 25 kilómetros que conduce a una estación invernal situada en la cima, a través de un porcentaje medio superior al 7%. El debut del coloso se iba a realizar en la vigésima y penúltima etapa de la carrera de 1953, una etapa corta de 125 kilómetros con salida en Bolzano y meta en Bormio tras un largo descenso. La organización lo que pretendía con esta etapa era hacer del Stelvio el juez de la carrera.
Antes de comenzar la prueba la prensa había previsto el enésimo duelo entre los dos héroes locales Coppi y Bartali, con el suizo Koblet y el francés Bobet como posibles figurantes. Si bien eso era antes de partir de Milán, la carretera había dictado sentencia, y ésta era que el hombre más fuerte de la carrera había sido el corredor suizo, quien antes de llegar a la vigésima etapa había vestido la prenda del líder de la clasificación en las últimas once etapas.
A pesar de los deseos de Torriani -director de la carrera-, de que el Stelvio fuese el juez de la carrera, ésta parecía haber quedado vista para sentencia en la decimonovena etapa, pues el flamante líder suizo había conservado de forma majestuosa la ventaja de casi dos minutos con la que había comenzado aquel día. En esa antepenúltima etapa Coppi lo había intentado todo para desbancarle de su privilegiada posición, pero no había podido con la juventud y el buen momento de forma del corredor suizo. Ante la superioridad del líder, un pacto entre caballeros dejaba la etapa en manos del héroe local y la general para el corredor foráneo. La carrera había terminado ante ese pacto de caballeros. ¿O no?
Coppi en la meta de Bolzano había reconocido la superioridad de su rival, a quien los testimonios cuentan que había felicitado por su futura victoria en la Corsa Rosa. Pero en el seno del equipo Bianchi todavía creían que había carrera por hacer y que podían revertir la situación de su líder. Tanto el patrón Zambrini como el director deportivo Tragella iban a tratar en el hotel de hacer cambiar de opinión a Coppi, arengándole sobre la dificultad de la siguiente etapa y relatándole las dificultades del Stelvio. Su descubridor Biagio Cavanna diseñaría una gran ofensiva. Mientras que el mecánico del equipo, De Grandi, montaría un 46x23 en su bicicleta para la siguiente etapa, lo máximo que podían en aquellos años, para que el corredor tuviese la máxima agilidad posible en el Stelvio.
Por su parte, sus compañeros Ettore Milano y Andrea Carrera tendrían mucho que ver al día siguiente en el cambio de mentalidad de Fausto, aunque éste hasta la salida se mostraría inflexible en su decisión de no atacar a Koblet. El primero de sus compañeros por la picardía que iba a mostrar antes de empezar la jornada, mientras que el segundo lo sería por el gran trabajo que iba a realizar a lo largo del día.
Coppi en la meta de Bolzano había reconocido la superioridad de su rival, a quien los testimonios cuentan que había felicitado por su futura victoria en la Corsa Rosa. Pero en el seno del equipo Bianchi todavía creían que había carrera por hacer y que podían revertir la situación de su líder. Tanto el patrón Zambrini como el director deportivo Tragella iban a tratar en el hotel de hacer cambiar de opinión a Coppi, arengándole sobre la dificultad de la siguiente etapa y relatándole las dificultades del Stelvio. Su descubridor Biagio Cavanna diseñaría una gran ofensiva. Mientras que el mecánico del equipo, De Grandi, montaría un 46x23 en su bicicleta para la siguiente etapa, lo máximo que podían en aquellos años, para que el corredor tuviese la máxima agilidad posible en el Stelvio.
Por su parte, sus compañeros Ettore Milano y Andrea Carrera tendrían mucho que ver al día siguiente en el cambio de mentalidad de Fausto, aunque éste hasta la salida se mostraría inflexible en su decisión de no atacar a Koblet. El primero de sus compañeros por la picardía que iba a mostrar antes de empezar la jornada, mientras que el segundo lo sería por el gran trabajo que iba a realizar a lo largo del día.
20ª Etapa. Bolzano-Bormio (125 km.)
La mañana del primero de junio amanece con un día despejado, lo que tranquiliza al director de la prueba acerca de las posibilidades de ascender el coloso de los Alpes Orientales. Tenía una ruta alternativa preparada por si fuera necesario, pero nadie quería que el mal tiempo eclipsase el debut del Stelvio.
En la salida de Bolzano se respiran aires de guerra, a pesar de la atmósfera de paz que aparentemente rodeaba esos últimos compases de la carrera. En ese ambiente de aparente calma, antes de la salida Milano se acercaría a Koblet usando como excusa el hacerse una foto con el portador de la preciada maglia rosa. Koblet había aparecido aquel día con gafas de sol, ocultando sus ojos. Milano le pidió que se quitase las gafas para la foto y aprovechó ese momento para ver en el rostro los ojos hundidos del suizo, lo que solo podía significar que no había recuperado bien del día anterior. Coppi inmediatamente estuvo informado de aquello.
La etapa iba a comenzar muy rápida y nerviosa en sus primeros kilómetros, con continuos ataques. El primer ataque importante del día corrió a cargo de Fiorenzo Magni, poco después del medio día. A Magni le seguirán los Bianchi Gaggero y Gismondi. El conjunto blanco y celeste no quería que se le descontrolase la etapa. A continuación probó suerte Guido De Santi, quien sería perseguido por Armando Barden. A estos los neutralizaría un trío de Bianchi, compuesto por los dos hombres mencionados antes y Donato Piazza.
Koblet entretanto había quedado aislado ante esos ataques, pero estaba respondiendo bien a las hostilidades. De esta forma el primer triunfo del día lo había conseguido el conjunto Bianchi dejando aislado al líder de la prueba, consiguiendo mantener ellos a varios corredores en el grupo principal.
En el llano, camino a Prato allo Stelvio, los Bianchi aumentarían la velocidad. En el interior del pelotón la tensión se podía cortar con un cuchillo, debido a las constantes señales, silbidos, medias palabras y mensajes codificados con los que Coppi arengaba a sus hombres.
El fuerte ritmo impuesto por los de Zambrini hace que el grupo rápidamente vea como las unidades que lo conforman vayan reduciéndose, a pesar de la suavidad de los primeros kilómetros hasta llegar a Gomagoi. Una vez pasada esta pequeña localidad es cuando cuando acaba el asfalto y comienza el Stelvio de verdad, con una subida a través de un camino de tierra de 48 curvas que lleva a los corredores a la cima de la montaña.
Es entonces cuando se desatan las hostilidades. Carrea comienza a imponer un ritmo asfixiante desde la primera curva cerrada o tornanti. Ante ese fuerte ritmo el grupo se queda reducido a apenas seis unidades, con Coppi siguiendo sin problemas a Sandrino -como era conocido Carrea-, con Koblet también aguantando el ritmo del lugarteniente de Coppi. El grupo cabecero es completado por apenas tres hombres más: Defilippis, Bartali y Paquale Fornara. Los siguientes kilómetros estarán marcados por el fuerte ritmo impuesto por Sandrino en la subida, hasta que antes de alcanzar el ecuador de la subida éste se levanta sobre sus pedales dando su último aliento a favor de la empresa del jefe de filas del Bianchi, tirándose a continuación a un lado, dejando marchar al quinteto cabecero.
Inmediatamente Koblet iba a tomar el mando de las operaciones, poniéndose al frente del grupo tratando así de dar a entender que ahí no pasaba nada y que todo marchaba bajo control. Pero no era así y poco después un tercer corredor que no estaba llamado inicialmente a ser protagonista ese día haría saltar la liebre.
Un joven Nino Defilippis sería el hombre por el que la calma tensa que se había vivido hasta el momento se iba a convertir en un gran temporal para el líder suizo. A unos 12 kilómetros de la cima Defilippis iba a demarrar. Años más tarde se supo que fue Coppi quien le instó a atacar, para así verse liberado del pacto de no agresión a Koblet. La aureola de Coppi imponía mucho respeto en su país, especialmente en un joven prometedor como Nino. ¿Cómo no iba a hacer caso a la petición de su ídolo?
La etapa iba a comenzar muy rápida y nerviosa en sus primeros kilómetros, con continuos ataques. El primer ataque importante del día corrió a cargo de Fiorenzo Magni, poco después del medio día. A Magni le seguirán los Bianchi Gaggero y Gismondi. El conjunto blanco y celeste no quería que se le descontrolase la etapa. A continuación probó suerte Guido De Santi, quien sería perseguido por Armando Barden. A estos los neutralizaría un trío de Bianchi, compuesto por los dos hombres mencionados antes y Donato Piazza.
Koblet entretanto había quedado aislado ante esos ataques, pero estaba respondiendo bien a las hostilidades. De esta forma el primer triunfo del día lo había conseguido el conjunto Bianchi dejando aislado al líder de la prueba, consiguiendo mantener ellos a varios corredores en el grupo principal.
En el llano, camino a Prato allo Stelvio, los Bianchi aumentarían la velocidad. En el interior del pelotón la tensión se podía cortar con un cuchillo, debido a las constantes señales, silbidos, medias palabras y mensajes codificados con los que Coppi arengaba a sus hombres.
El fuerte ritmo impuesto por los de Zambrini hace que el grupo rápidamente vea como las unidades que lo conforman vayan reduciéndose, a pesar de la suavidad de los primeros kilómetros hasta llegar a Gomagoi. Una vez pasada esta pequeña localidad es cuando cuando acaba el asfalto y comienza el Stelvio de verdad, con una subida a través de un camino de tierra de 48 curvas que lleva a los corredores a la cima de la montaña.
Es entonces cuando se desatan las hostilidades. Carrea comienza a imponer un ritmo asfixiante desde la primera curva cerrada o tornanti. Ante ese fuerte ritmo el grupo se queda reducido a apenas seis unidades, con Coppi siguiendo sin problemas a Sandrino -como era conocido Carrea-, con Koblet también aguantando el ritmo del lugarteniente de Coppi. El grupo cabecero es completado por apenas tres hombres más: Defilippis, Bartali y Paquale Fornara. Los siguientes kilómetros estarán marcados por el fuerte ritmo impuesto por Sandrino en la subida, hasta que antes de alcanzar el ecuador de la subida éste se levanta sobre sus pedales dando su último aliento a favor de la empresa del jefe de filas del Bianchi, tirándose a continuación a un lado, dejando marchar al quinteto cabecero.
Inmediatamente Koblet iba a tomar el mando de las operaciones, poniéndose al frente del grupo tratando así de dar a entender que ahí no pasaba nada y que todo marchaba bajo control. Pero no era así y poco después un tercer corredor que no estaba llamado inicialmente a ser protagonista ese día haría saltar la liebre.
Un joven Nino Defilippis sería el hombre por el que la calma tensa que se había vivido hasta el momento se iba a convertir en un gran temporal para el líder suizo. A unos 12 kilómetros de la cima Defilippis iba a demarrar. Años más tarde se supo que fue Coppi quien le instó a atacar, para así verse liberado del pacto de no agresión a Koblet. La aureola de Coppi imponía mucho respeto en su país, especialmente en un joven prometedor como Nino. ¿Cómo no iba a hacer caso a la petición de su ídolo?
Defilippis fue el hombre clave en la traición de Coppi a Koblet
Con este ataque Fausto sería libre de hacer su propia carrera. Defilippis se levantaría sobre los pedales y atacaría. Koblet por un momento quedó atrás, pero rápidamente se lo tomó como un reto y capturó al hombre cabeza de carrera. Quería ser el maestro indiscutible de la carrera, un lujo que a esas alturas de prueba no iba a poder permitirse -recordemos las gafas de sol-. Coppi por su parte se encontraba tras la estela de ambos, expectante ante lo que estaba sucediendo. Era la oportunidad que buscaba y que Cavanna había diseñado el día anterior en el hotel. Una vez neutralizado su joven compatriota, se puso en cabeza y poco a poco fue aumentando el ritmo. Como diría el suizo en meta, Coppi se había quitado la careta.
Koblet trató de seguir la rueda del italiano, pero tuvo que desistir, sus piernas habían dicho basta. El líder cede y todavía quedan más de diez kilómetros por delante. ¡Hay carrera! Fausto marcha bien, pero a su rueda aún marchan, no sin dificultades, Bartali y Fornara. Pero Il Campeonissimo ese día volaba sobre sus pedales, y desde ese momento -a unos diez de la cima- nadie iba a poder acercarse a su rueda. Desde ese momento cada corredor iba a pelear contra sí mismo y contra la montaña, únicamente.
A seis kilómetros de la cima Fornara es el único hombre capaz de seguir con la mirada al corredor piamontés, pues marchaba con unos cuarenta segundos de retraso. Con el doble de tiempo perdido marchan Bartali y un renqueante Defilippis. A diez segundos de ellos marcha Angelo Coletto, y a su vez Koblet cede unos metros con respecto a este último.
El mano a mano que han mantenido Coppi y Koblet en las últimas jornadas está en estos momentos prácticamente equilibrado en cuanto a tiempos. Pero aún quedan muchos kilómetros de subida, por encima de los 2.500 metros de altitud, lo que dificulta en extremo a los corredores para coger aire y recuperar de los esfuerzos anteriores.
En la cima la balanza se había decantado claramente a favor del corredor local, pues la renta con la que contaría el pupilo de Cavanna habría aumentado considerablemente. Con más de dos minutos de retraso coronaría en segundo lugar Fornara y con casi tres el gran rival histórico de Coppi, Gino Bartali. Koblet haría lo propio a casi cuatro minutos y medio, con lo que prácticamente estaba diciendo adiós al Giro. Solo un descenso milagroso podría revertir la situación. 22 kilómetros de infinito descenso hasta alcanzar la meta de Bormio dictarían la sentencia de la carrera.
Una vez coronado el Stelvio, los corredores apenas tuvieron tiempo de agarrar un periódico y guardárselo bajo el maillot, para tratar de paliar el frío y el viento que les soplará de cara en la bajada. En los primeros kilómetros los corredores se iban a encontrar el piso mojado, como consecuencia de la derretida nieve. Pero pronto ese mismo camino iba a estar seco, lo que podía llevar a los corredores a tomar riesgos.
Coppi no iba a arriesgar más de lo necesario, sabedor que contaba con un margen de tiempo con el que poder tomarse el descenso con calma. Fornana, tal como relató él mismo tiempo después, bastante tenía con ser capaz de mantenerse sobre la bicicleta y no ser rebasado por Koblet, en un hipotético descenso kamikaze del suizo. Bartali tampoco tendría porque arriesgar de más en la bajada, puesto que era cuarto en la general a más de ocho minutos del hombre que le precedía, no solo en la clasificación, sino también en el desarrollo de la etapa.
Pero, ¿y el líder? Si alguien debía arriesgar en ese descenso era Koblet, si no quería perder la carrera. Tanto arriesgaría el suizo que sus huesos darían con el suelo hasta en dos ocasiones. A pesar de esas dos caídas y de llegar aturdido y sangrante a la meta, su descenso iba a ser brillante, el más rápido de la jornada. Con ello iba a conseguir recortar tiempo a los cuatro hombres que habían coronado por delante de él, pero no conseguiría neutralizar más que a un Defilippis venido a menos en los últimos kilómetros de la subida.
Para llegar a la localidad donde estaba situada la meta, en Bormio, Coppi había invertido cuatro horas, cincuenta y un minutos y treintaidós segundos en recorrer los 125 kilómetros de la histórica etapa en la que se había ascendido por primera vez el Stelvio. El segundo corredor en hacer entrada en meta iba a ser Fornana. Su retraso en meta iba a ser de dos minutos y dieciocho segundos. El tercero aquel día sería Bartali, cediendo otros treinta segundos más con el ganador. El cuarto, y gran damnificado del día iba a ser Koblet, que entró en meta cediendo tres minutos y medio.
A pesar de haber recortado tiempo en el descenso, a pesar de haberse ido dos veces al suelo, Koblet no iba a recortar el tiempo necesario para seguir siendo el líder y apenas recortaría un minuto a Coppi en el descenso. Ese retraso le iba a impedir mantener la maglia rosa sobre sus espaldas por un escaso margen de menos de un minuto y medio.
En la línea de meta se apreciaría una fuerte tensión por lo sucedido durante la etapa. Koblet siente la traición de Coppi y la mirada que lanzó al italiano iba a helar la sangre a los presentes. Se sentía, lógicamente, traicionado por el nuevo líder.
A seis kilómetros de la cima Fornara es el único hombre capaz de seguir con la mirada al corredor piamontés, pues marchaba con unos cuarenta segundos de retraso. Con el doble de tiempo perdido marchan Bartali y un renqueante Defilippis. A diez segundos de ellos marcha Angelo Coletto, y a su vez Koblet cede unos metros con respecto a este último.
El mano a mano que han mantenido Coppi y Koblet en las últimas jornadas está en estos momentos prácticamente equilibrado en cuanto a tiempos. Pero aún quedan muchos kilómetros de subida, por encima de los 2.500 metros de altitud, lo que dificulta en extremo a los corredores para coger aire y recuperar de los esfuerzos anteriores.
En la cima la balanza se había decantado claramente a favor del corredor local, pues la renta con la que contaría el pupilo de Cavanna habría aumentado considerablemente. Con más de dos minutos de retraso coronaría en segundo lugar Fornara y con casi tres el gran rival histórico de Coppi, Gino Bartali. Koblet haría lo propio a casi cuatro minutos y medio, con lo que prácticamente estaba diciendo adiós al Giro. Solo un descenso milagroso podría revertir la situación. 22 kilómetros de infinito descenso hasta alcanzar la meta de Bormio dictarían la sentencia de la carrera.
Una vez coronado el Stelvio, los corredores apenas tuvieron tiempo de agarrar un periódico y guardárselo bajo el maillot, para tratar de paliar el frío y el viento que les soplará de cara en la bajada. En los primeros kilómetros los corredores se iban a encontrar el piso mojado, como consecuencia de la derretida nieve. Pero pronto ese mismo camino iba a estar seco, lo que podía llevar a los corredores a tomar riesgos.
Coppi no iba a arriesgar más de lo necesario, sabedor que contaba con un margen de tiempo con el que poder tomarse el descenso con calma. Fornana, tal como relató él mismo tiempo después, bastante tenía con ser capaz de mantenerse sobre la bicicleta y no ser rebasado por Koblet, en un hipotético descenso kamikaze del suizo. Bartali tampoco tendría porque arriesgar de más en la bajada, puesto que era cuarto en la general a más de ocho minutos del hombre que le precedía, no solo en la clasificación, sino también en el desarrollo de la etapa.
Pero, ¿y el líder? Si alguien debía arriesgar en ese descenso era Koblet, si no quería perder la carrera. Tanto arriesgaría el suizo que sus huesos darían con el suelo hasta en dos ocasiones. A pesar de esas dos caídas y de llegar aturdido y sangrante a la meta, su descenso iba a ser brillante, el más rápido de la jornada. Con ello iba a conseguir recortar tiempo a los cuatro hombres que habían coronado por delante de él, pero no conseguiría neutralizar más que a un Defilippis venido a menos en los últimos kilómetros de la subida.
Para llegar a la localidad donde estaba situada la meta, en Bormio, Coppi había invertido cuatro horas, cincuenta y un minutos y treintaidós segundos en recorrer los 125 kilómetros de la histórica etapa en la que se había ascendido por primera vez el Stelvio. El segundo corredor en hacer entrada en meta iba a ser Fornana. Su retraso en meta iba a ser de dos minutos y dieciocho segundos. El tercero aquel día sería Bartali, cediendo otros treinta segundos más con el ganador. El cuarto, y gran damnificado del día iba a ser Koblet, que entró en meta cediendo tres minutos y medio.
A pesar de haber recortado tiempo en el descenso, a pesar de haberse ido dos veces al suelo, Koblet no iba a recortar el tiempo necesario para seguir siendo el líder y apenas recortaría un minuto a Coppi en el descenso. Ese retraso le iba a impedir mantener la maglia rosa sobre sus espaldas por un escaso margen de menos de un minuto y medio.
En la línea de meta se apreciaría una fuerte tensión por lo sucedido durante la etapa. Koblet siente la traición de Coppi y la mirada que lanzó al italiano iba a helar la sangre a los presentes. Se sentía, lógicamente, traicionado por el nuevo líder.
Leyenda del Giro con su quinta victoria
Coppi había realizado en la jornada anterior un pacto de caballeros con Koblet al dejarle este conseguir la victoria de etapa. Sin embargo no respetó la palabra dada en el último día del mes de mayo del 53, y el primero de junio gracias a una ofensiva magníficamente diseñada por su mentor Cavanna, Fausto escribió el mejor debut posible para el Stelvio, con una etapa digna de un gran campeón. En aquella penúltima jornada de la carrera Il Campeonissimo había conseguido su tercera victoria parcial en aquel Giro, segunda consecutiva, y había conseguido dar un vuelto a la general en una jornada épica, con traición incluida.
Coppi alcanzaría en palmarés a Binda con su quinto Giro
Aquel 1 de junio de 1953 Fausto Coppi iba a sentenciar la general del que sería su quinto y último Giro de Italia victorioso. Con esta victoria igualaba a la primera leyenda del país, Alfredo Binda. Tan sólo el mejor corredor de la historia, Eddy Merckx, sería capaz de igualar la hazaña de ambos corredores y hacerse con el triunfo en cinco ocasiones de la Corsa Rosa.
La Dama Bianca
Aquel día una mujer había estado esperando a Il Campeonissimo para animarle al paso por la cima del Stelvio. Esa misma mujer se presentaría en el hotel del flamante nuevo líder de la carrera horas más tarde, en la que sería su primera aparición en público con el corredor italiano. Esa mujer no era otra que Giulia Occhini, esposa del médico Enrico Locatelli -quien admiraba a Coppi y le inculcó su amor por el ciclismo-. Giulia abandonaría meses más tarde a su marido, aunque el apasionado romance con el corredor había comenzado muchos años antes. Desde el año siguiente sería conocida como la Dama Bianca (con motivo de un sombrero blanco que lució en la meta de Saint-Moritz del Giro de 1954), dividiendo al país por un amor imposible que el propio Papa Pio XII condenó. Giulia incluso llegaría a pasar por la cárcel al ser denunciada por adulterio por su marido. La Dama Bianca e Il Campeonissimo se casarían en México, pero su matrimonio jamás sería reconocido en Italia.Clasificación 20ª Etapa. Bolzano-Bormio.
1- Fausto Coppi (Bianchi) 4h. 51´ 32´
2- Pasquale Fornara (Bottecchia) a 2´ 18´´
3- Gino Bartali (Bartali) a 2´ 48´´
4- Hugo Koblet (Guerra) a 3´ 28´´
5- Nino Defilippis (Legnano) a 4´ 05´´
6- Donato Zampini (Levriere) a 5´ 38´´
7- Agostino Coletto (Fréjus) a 7´ 43´´
8- Pietro Giudici (Ganna) a 7´ 44´´
9- Stan Ockers (Girardengo) m.t.
10- Andrea Carrea (Bianchi) a 9´ 03´´
Clasificación general:
1- Fausto Coppi (Bianchi) 112h. 01´ 05´´
2- Hugo Koblet (Guerra) a 1´ 29´´
3- Pasquale Fornara (Bottecchia) a 6´ 55´´
4- Gino Bartali (Bartali) a 14´ 08´´
5- Angelo Conterno (Fréjus) a 20´ 51´´
6- Stan Ockers (Girardengo) a 24´ 14´´
7- Giovanni Roma (Bottecchia) a 24´ 35´´
8- Guido De Santi (Benotto) a 25´ 06´´
9- Fiorenzo Magni (Ganna) a 25´ 39´´
10- Vincenzo Rossello (Ganna) a 26´ 21´´
1- Fausto Coppi (Bianchi) 112h. 01´ 05´´
2- Hugo Koblet (Guerra) a 1´ 29´´
3- Pasquale Fornara (Bottecchia) a 6´ 55´´
4- Gino Bartali (Bartali) a 14´ 08´´
5- Angelo Conterno (Fréjus) a 20´ 51´´
6- Stan Ockers (Girardengo) a 24´ 14´´
7- Giovanni Roma (Bottecchia) a 24´ 35´´
8- Guido De Santi (Benotto) a 25´ 06´´
9- Fiorenzo Magni (Ganna) a 25´ 39´´
10- Vincenzo Rossello (Ganna) a 26´ 21´´
Saludos a todos!!