miércoles, 12 de abril de 2017

Tom Boonen, el rey de Flandes

El pasado domingo 9 de abril de 2017 ponía fin a su carrera deportiva una leyenda de la bicicleta, quizás la última leyenda de este deporte que quedaba aún en activo. Esa leyenda es el belga Tom Boonen, quien se iba a despedir en "su carrera", la París-Roubaix, con un 13º puesto que sabe a poco analizando su trayectoria deportiva.

Debut y primeros años

En la temporada 2002 un prometedor ciclista belga nacido en la región flamenca de Mol iba a pasar a profesionales en el seno del conjunto US Postal que todos los meses de julio lideraba Lance Armstrong en el Tour de Francia. Y desde un primer momento el joven belga iba a confirmar las excelentes maneras que había apuntado en el campo amateur.

El 14 de abril de ese año, en la edición número 100 de la París-Roubaix, Tom Boonen iba a presentar sus credenciales ante el gran público. En una de las ediciones con peor climatología de los últimos años, Tommecke se iba a clasificar 3º en el velódromo de Roubaix, tras el flamante vencedor, el belga Johan Museeuw -con un ataque a 40 kilómetros de la meta- y el alemán Steffen Wesemann.

El horizonte que se le presentaba era brillante, pero para poder confirmarlo se dio cuenta que debía abandonar el seno del conjunto estadounidense en donde seguramente orientarían su carrera a ayudar en el Tour, en vez de triunfar en primavera. Tenía contrato en vigor, pero aún así iba a conseguir marcharse del equipo de Bruyneel y enrolarse en las filas de un equipo que le venía como anillo al dedo, el equipo herencia del mítico Mapei, el Quick Step - Davitamon, en el que compartiría filas con el ídolo belga del momento, Johan Museew. En el conjunto belga iba a estar bajo la dirección de Patrick Lefevere, su director hasta su retirada el pasado domingo.

En Quick Step no entraría con buen pie, ya que problemas en la rodilla le iba a provocar pasar prácticamente inédito la temporada 2003. Sería en la temporada siguiente, la de 2004, en donde se consagraría con triunfos tan importantes como el E3-Prijs Harelbeke y la Gante-Wevelgem, y cerca de una veintena más de puntos. A finales de esa temporada Johan Museew iba a poner punto y final a su exitosa carrera, dejando un trono vacío al que muchos aspiraban, pero que por condiciones, sólo un joven de 24 años iba a poder ocupar.

2005, el año de la confirmación 

En Bélgica el ciclismo es el deporte con más adeptos, y las pruebas de primavera son su religión. Allí los niños no sueñan con ser Pelé o Maradona, ni si quiera Pfaft o Scifo, sino que sueñan con encabezar el pelotón al paso por el Koppenberg, el Paterberg o llegar en solitario al velódromo de Roubaix. Es decir, sueñan con rememorar a los Merckx, De Vlaeminck, Van Steenbergen o Rik Van Looy. Tom Boonen, quien de pequeño aspiraba a lo mismo que todos esos jóvenes belgas que montan en bicicleta, iba a ser la gran esperanza del ciclismo belga para esa temporada.

En el E3 Prijs Vlaanderen iba a confirmar las esperanzas en él depositadas, consiguiendo la segunda victoria consecutiva en la prueba. Era el preludio de una temporada de ensueño, en una hazaña no repetida por nadie desde la época de Eddy Merckx, que iba a incluir el doblete Flandes-Roubaix, más el campeonato del mundo.

El primero de esos éxitos iba a darse el 3 de abril, en la Vuelta a Flandes, frente a rivales de la talla de Hincapie, Ballan, Van Petegem o Devolder. La carrera no se decidiría hasta las últimas cotas, en donde Klier, Van Petegen, Ballan, Zabel, Petito y el propio Boonen formarían el grupo cabecero. Se preveía un triunfo decidido al sprint, en donde hombres como Zabel, Boonen o Ballan tenían muchas papeletas de hacerse con el triunfo. Sin embargo, a poco más de 8 kilómetros a meta el belga iba a lanzar un durísimo ataque al que nadie iba a poder responder. Ese ataque definitivo le iba a permitir llegar en solitario a la meta de Meerbeke casi seis horas y media después de haber tomado la salida en Brujas.

Era el primer monumento en el palmarés de Tommecke, que rápidamente vendría acompañado de un segundo monumento, pues apenas una semana después se disputaba la Paris-Roubaix- El infierno del norte- en donde ya acumulaba dos actuaciones en el top-10.

Aquel segundo domingo del mes de abril la carrera se iba a decidir en los últimos kilómetros de la prueba, una vez pasado ya el sector de Camhin en Pévèle. Sería en el Carrefour de l´Arbre cuando el corredor español del Fassa Bortolo Juan Antonio Flecha lanzase un durísimo ataque al que sólo podrían responder el norteamericano Hincapié y Boonen. Los tres juntos afrontarían los últimos kilómetros en armonía y llegarían al velódromo de Roubaix a jugarse el triunfo. Sería al comienzo de la última curva, aprovechándose del peralte de la misma, cuando Boonen se lanzase por el interior, consiguiendo una ventaja suficiente para hacerse con su primer triunfo en el infierno del Norte.
“No soy Dios, no soy el nuevo Eddy Merckx, no soy el nuevo Museeuw. Por favor, dejadme ser yo mismo”

Aunque con ese palmarés muchos otros corredores habrían dado el año por concluido, Tom no se dejó llevar y siguió compitiendo hasta finales de septiembre. Consiguió varios triunfos de etapa en el Tour, además de lucir el maillot verde y el amarillo. El colofón a su espectacular temporada llegó el 25 de septiembre -el mismo día que Fernando Alonso conseguía su primer título mundial de Fórmula 1- en el Campeonato del Mundo celebrado en Madrid. Aquel día, liderando a Bélgica, Boonen vencería en un espectacular sprint a Alejandro Valverde, quien ese día lograría la primera de sus múltiples medallas mundialistas. Era la eclosión de un ciclista, del mejor clasicómano del Siglo XXI.

La rivalidad Boonen-Cancellara

La nueva temporada iba a deparar un duelo entre dos corredores que se iba a prolongar durante casi una década -ya desde 2004 ambos acumulaban puestos de honor en las clásicas-, un duelo que todo aficionado al ciclismo iba a esperar primavera tras primavera. El duelo que iba a enfrentar al belga con un suizo con el que ya había coincidido en las categorías inferiores, Fabian Cancellara, quien incluso había conseguido derrotar a Armstrong en un prólogo del Tour.

En Flandes Boonen se iba a hacer con su segundo triunfo consecutivo, consiguiendo de esta forma su tercer monumento, mientras que Cancellara ese día sería sexto. Sería en Roubaix donde el triunfador iba a ser el corredor suizo, en un ataque desde muy lejos de meta que iba a sorprender a sus rivales. Aquel día Boonen cruzó la meta en quinto lugar, pero la descalificación de Leif Hoste, Van Petegem y Gusev -cruzaron una vía del tren con las barreras bajadas, mientras que el resto del pelotón esperó- le alzó al segundo lugar final.

En 2007 el duelo entre ambos iba a tener lugar tan sólo en una prueba "menor" el E3 Prijs Vlaanderen Harelbeke, ya que tanto en Flandes (12º Boonen y 53º Cancellara) como en Roubaix (6º y 19º respectivamente) no tuvieron sus mejores actuaciones. En Harelbeke se vio una lucha maravillosa, resumida en un último kilómetro sensacional. En dicho kilómetro atacaron Quinziato y Marcus Burghardt como antesala a un brutal cambio de ritmo de Cancellara. Hubiera sido un ataque definitivo ante cualquier otro rival, pero enfrente se encontraba Boonen, quien demostró su punta de velocidad y se hizo con su cuarto triunfo consecutivo en la prueba.

En 2008 el duelo belga-suizo se iba a dar en la París-Roubaix, toda vez que en Flandes no se disputaron el triunfo final (17º y 23º). En Roubaix se hizo una gran selección de la carrera entre tramos de pavé, próximos a Mons-en-Pévèle, cuando Cancellara lanzó un fuerte ataque, al que sólo pudieron responder Ballan y Boonen. Los tres se jugarían el triunfo en el velódromo. Allí un sensacional Tommecke derrotó al suizo, segundo, y al italiano, tercero. Segunda vez que Boonen derrotaba a Cancellara en un mano a mano.

2009 no iba a deparar el tan esperado duelo entre los dos grandes especialistas en las clásicas de primavera del momento, pues el corredor suizo del Saxo Bank rindió por debajo de lo esperado en ese calendario. El belga, por su parte, aunque no iba a poder pelear el triunfo en Flandes, sí que se iba a hacer con su tercer triunfo en Roubaix, a cuyo velódromo llegó como los más grandes, en solitario, con tiempo para celebrar un triunfo que le colocaba en el selecto club de los triple vencedores del adoquín. Ya sólo le quedaba De Vlaeminck por delante.

En el 2010 se iba a vivir la gran explosión de Cancellara, quien aunque ya había conseguido un monumento, siempre había sido derrotado en el mano a mano con Boonen. Espartaco iba a vivir unas semanas de escándalo. En primer lugar se iba a hacer con el triunfo en Harelbeke, por delante de Boonen y Flecha -un trío clásico en los pódiums de aquellos años-. Una semana después tendría lugar la Ronde van Vlaanderen. Sería a menos de 20 kilómetros a meta, al paso de los dos primeros clasificados por el muro del Kapelmuur, en donde se viviría uno de los momentos que serán recordados durante décadas. A los pies de la Capilla Espartaco iba a exhibir su descomunal potencia, dejando clavado a su gran rival mientras él completaba la ascensión sentado sobre su bicicleta y entrando en la historia de la prueba. En Roubaix Cancellara simplemente iba a completar su obra, llegando al velódromo con más de dos minutos de ventaja sobre el segundo y tercer clasificado. Boonen fue quinto aquel día.

Después de lo visto en 2010 se esperaba que el duelo alcanzase cotas no vistas antes. Sin embargo el enfrentamiento fue algo descafeinado, ya que no hubo duelo ni en la Gante-Wevelgem ni en la E3, donde cada corredor se perdió una de las dos pruebas, resultando vencedor el otro, respectivamente. Ambos corredores se encontrarían en Flandes, pero serían superados por Nuyens y Chavanel, siendo el suizo quien completaría el pódium de la prueba. En Roubaix Boonen sufriría un abandono, víctima de dos caídas y de un fallo mecánico. Cancellara sería segundo en la prueba.

Un 2012 glorioso y sus últimos años

El tan ansiado duelo Boonen-Cancellara, por diversas circunstancias, no iba a volver a tener lugar en la disputa de los grandes triunfos. En 2012 Boonen viviría su mejor año desde 2005, consiguiendo vencer en un sinfín de pruebas. En primavera se iba a hacer con la victoria en todas las clásicas (Gante-Wevelgem y E3 Harelbeke, Tour de Flandes, París-Roubaix). En una Vuelta a Flandes descafeinada -no se ascendía el Kapelmuur- Boonen iba a conseguir su tercer y último triunfo, pero lo iba a conseguir contando con la baja de su gran rival, víctima de una caída en un avituallamiento en el que sufrió una fractura de clavícula. Tommecke se encontraba en gran forma, como iba a demostrar a la semana siguiente en Roubaix, con un ataque victorioso a falta de 57 kilómetros de meta. Turgot y Ballan le secundarían en el pódium, eso sí, a más de un minuto y medio de distancia. Era su cuarta victoria en Roubaix, lo que le colocaba empatado con De Vlaeminck como el hombre más laureado de la prueba.

En los siguientes años Boonen no podría ampliar su palmarés  en las clásicas, debido a que en Flandes 2013 sufrió una caída que le obligó a perderse también la edición de Roubaix de esa temporada. En ambas pruebas el vencedor resultaría ser Cancellara, devolviendo el doblete del año anterior a Boonen.

En 2014 el corredor belga sí que se encontraría en los puestos de honor de la prueba, haciendo un top-10 en ambas, aunque quedándose lejos de pelear el triunfo. En Flandes (7º) el vencedor fue Cancellara, quien con ese tercer triunfo igualaba en el palmarés a su rival. En Roubaix, aunque fue 10º, no fue la principal baza de su equipo para el triunfo final. Por fortuna para el Quick Step, la baza elegida, Niki Terpstra, fue la que resultaría vencedora de la prueba. En aquel 2014 fue el último donde los dos históricos rivales iban a conseguir subir al primer cajón del pódium. Desde entonces volverían a ocupar puestos de honor en ambas pruebas, pero jamás a lo más alto.

2015 sería un año aciago para Tom, puesto que una caída en la París-Niza le iba a dejar inédito en el calendario en el que mejor rendía, el de primavera. Un hombro dislocado tendría la culpa. 

La temporada 2016 no se presagiaba mucho mejor que la anterior, ya que un discreto rendimiento (ningún top-10) en todas las pruebas anteriores a Roubaix le hacían presagiar un mal resultado. Sin embargo el 10 de abril Boonen se iba a transformar, se iba a mostrar muy agresivo y tan sólo un excepcional Matthew Hayman le iba a superar en el sprint final. Ex campeones como Hinault iban a alabar la actitud del belga.

A lo largo de ese verano, Tommecke anunció que había firmado un contrato con su equipo que se iba a prolongar hasta el pasado 9 de abril de 2017, hasta que cruzase la meta del velódromo de Roubaix. Y su aspiración era hacerlo desde lo más alto, convirtiéndose con ello además en el único ciclista en lograr cinco victorias en la prueba. Sin embargo los buenos deseos de la leyenda no se iban a convertir en realidad. Problemas mecánicos y no ser la primera baza de su equipo -lo era Stybar- para esos últimos y decisivos kilómetros, le iba a suponer no poder optar a convertirse en el corredor más laureado de la prueba. Fue 13º finalmente. La semana anterior, en Flandes, en su casa, tampoco tuvo la fortuna de su lado (37º). Sin embargo se demostró en la que era su despedida el tremendo cariño que le tiene el público y sus propios compañeros, dándose un auténtico baño de masas en la presentación de la prueba.

El pasado domingo se despidió Tom Boonen del ciclismo profesional. No lo hizo como él había soñado, con su quinto adoquín, pero lo hizo llevándose consigo todo el cariño del público y de los compañeros de profesión, que le demostraron su respeto en la presentación de las pruebas. Su legado, entre otras muchas pruebas: 4 París-Roubaix, 3 De Ronde van Vlaanderen, 5 E3 Harelbeke, 3 Gante-Wevelgen, 2 campeonatos de Bélgica o un campeonato mundial.

Se retira el corredor, ¡¡comienza la leyenda!!


Saludos a todos!!

viernes, 1 de enero de 2016

Roubaix 1919. El infierno del Norte

La Gran Guerra había supuesto un punto y aparte para la carrera surgida de la mente de Théodore Vienne y Mauricio Pérez, dos empresarios del sector textil de Roubaix. Gracias a ellos nacería una prueba que había sido ideada como la antesala perfecta de una competición inhumana que se disputó durante casi un siglo, la París-Burdeos. Esta nueva prueba, aunque nacida con unas ciertas dudas iniciales, propias de la época, iba a tener continuidad de manera consecutiva nada menos que durante diecinueve ediciones -hecho casi inédito en aquellos difíciles años-, consolidándose de esta forma en la competición.

Pero a pesar del éxito de esta nueva competición y del entusiasmo que generaba tanto entre los corredores como entre los aficionados, la gran contienda europea iba a paralizar por completo todas las actividades del continente a lo largo de cuatro largos años. De entre las actividades que se iban a paralizar, por supuesto, el mundo del deporte no iba a permanecer ajeno a ello, afectando este parón al ciclismo.

En esos cuatro años de conflicto bélico el ciclismo no solo perdió cuatro ediciones de sus mejores pruebas, las cuales podían haber sido legendarias, con los grandes corredores de esa época peleándose codo con codo por ser el mejor, sino que además perdería a varios de esos grandes hombres. La guerra iba a arrancar sus vidas a alguno de los vencedores de la prueba, como iba a ser el caso de Octave Lapize -triple vencedor en Roubaix- y François Faber, que se habían alzado con el triunfo en cuatro de las últimas seis ediciones. 

El resurgir de la prueba

En marzo de 1919 habían transcurrido ya varios meses desde el final de la contienda, pero aún en ese momento, la Gran Guerra todavía seguía atormentando las mentes de todos y de todo lo que se había visto involucrado en ella. A pesar de haber concluido ya, el conflicto había minado la moral de la población y desde las altas instancias no se encuentra la forma de levantar esa moral a corto plazo, pues todo a su alrededor ha sido destruido, caminos, campos, sus propias casas, etc... todo, y nada puede ser reconstruido en un breve espacio de tiempo. No hay nada que pueda ayudar a levantarse al pueblo. ¿O tal vez sí?
La solución no podía darse de otra forma que a través del deporte, y más concretamente a través del que quizás fuera el más popular del momento, el ciclismo. Por ello y tras unas arduas negociaciones, se iba a acordar volver a celebrar la prueba que conducía a los corredores desde París hasta Roubaix. Entre ambas localidades, 280 kilómetros de carreteras y caminos llenos de baches, cráteres dejados por las bombas, surcos, y por supuesto zanjas manchadas de sangre. Alrededor de esos caminos, una vegetación que se iba a mostrar ausente en muchos de los puntos de la competición, dejando con ello un testimonio no escrito de la dureza y la violencia de los combates que se habían vivido en aquellos lugares en los años anteriores. El paisaje parecía desolador, propio para héroes, o para locos. O quizás para personas que aunasen una mezcla de locura y heroicidad.

La carrera

Una vez concluidas esas negociaciones, se decidiría que finalmente en la mañana del 20 de abril de 1919 volviera a disputarse una de las pruebas más antiguas del calendario. De antemano se sabía que habría numerosas bajas, pero aún así, iban a intentar atraer a los mejores corredores. Las bajas más reseñables con que iba a contar la prueba, iban a ser sin duda las ya citadas de Lapize o Faber, fallecidos en la contienda. Pero no iban a ser los únicos ausentes, ya que tampoco iba a tener poder presentarse a la línea de salida Crupelandt, que había sido detenido por hurto el año anterior, siendo condenado a dos años de prisión y sancionado posteriormente de por vida por la Unión Velocípeda Francesa, seguramente influenciada por los grandes rivales del corredor nacido en Wattreloss.
A pesar de todas las dificultades, serían poco más de un centenar de valientes los que se atreviesen a tomar la salida en aquella fría mañana de domingo, en un reto no solo físico, sino también psicológico, tal como se había encargado de señalar el corresponsal de L´Auto en la víspera de la prueba.
Aunque la mañana de ese 20 de abril amanecía con un calor tibio propio de la primera, alrededor del mediodía las condiciones climatológicas iban a variar ostensiblemente y desde ese momento y hasta el final de la prueba las condiciones iban a ser un reflejo de la atmósfera general que predominaba en el Viejo Continente durante aquellos meses. La lluvia, el viento y el frío no iban a mostrar sensación alguna de complacencia hacia los corredores que iban a competir aquel día. Unos valientes que no iban a poder disimular los estragos que los acontecimientos no deportivos habían causado en sus cuerpos en el pasado más reciente. Se iban a enfrentar al día más duro de sus vidas.
280 kilómetros de caminos llenos de baches, con lluvia, viento y mucho frío
En los primeros kilómetros no iba a suceder nada destacable en la prueba, con la salvedad de los numerosos pinchazos que estaban sufriendo -y seguirían sufriendo durante toda la jornada- el pelotón. Vandalismo o accidentalmente, los pinchazos sufridos por los corredores iban a ser numerosísimos, mucho más de lo habitual para la época. Sin haber sucedido nada reseñable aún, al paso de Amiens una pancarta iba a hacer detener el pensamiento y el corazón de todo aquel que pudiera leerla: "Honor a Faber, Lapice y Petit-Breton, muertos en el campo de batalla". La pancarta no hacía sino referencia a los grandes campeones del Tour que habían perecido en el conflicto bélico que avergonzaba a los civiles.

Había transcurrido un tercio de la prueba y en ella lo único destacado hasta ese momento -pancarta aparte- era la presencia de un violento viento que perjudica a los corredores en una hipotética aventura en solitario. Hasta ese momento ni rastro de lluvia, lo cual era una buena noticia, aunque no dudaría. Una vez que pasaron Béthune, los competidores iban a comenzar a mostrar sus cartas y jugarse el todo por el todo. Francis Pelissier iba a ser el primero en dar un golpe en la mesa, acelerando su marcha e imponiendo un ritmo infernal que poco a poco iba a ir cobrándose víctimas en el seno del pelotón. O lo que quedaba de él. El primero en descolgarse sería Oscar Egg, que se retrasaría como consecuencia de uno de las decenas de pinchazos que sufrieron aquel día los corredores. Mottiat, Huret, Buysse, Jacquinot y Masson serían los siguientes en ceder. El grupo había saltado por los aires, y los hermanos Pelissier -especialmente el pequeño, Francis-, habían sido los responsables de tal carnicería.

Al paso por la Bassée, que otrora había sido un lugar de reseñable belleza y que en aquel momento se encontraba desolado y devastado, serían los hermanos Pelissier quienes marchasen en cabeza. A dos minutos les perseguía un trío de belgas, compuesto por Thys, Gauthy y Rossius. A continuación de ellos marchará un grupo formado por Barthélémy, Michiels, Spiessens y Scieur. La lluvia y especialmente el frío, ya iban a ser compañeros inseparables de aventuras de todos los corredores. Ningún otro corredor a los señalados iba a tener nada más que decir en aquel infierno que se acaba de desatar.

Tal como se estaba consolidando su ventaja, parecía que el triunfo en la prueba sólo podría ser cosa de los dos hermanos Pelissier. Eso era algo a lo que no se podía resignar el por aquel entonces bicampeón del Tour de Francia, el belga Thys. En uno de los esfuerzos individuales más bellos acaecidos hasta el momento el corredor belga se iba a ir aproximando a los hermanos. Palmo a palmo, pedalada a pedalada el belga iba a conseguir reducir la desventaja, hasta conseguir neutralizar a ambos corredores, los que durante tantos kilómetros habían marchado por delante de él.

No avanzarían muchos tiempo juntos, ya que al poco de la neutralización, Francis iba a pagar por los esfuerzos anteriores y se iba a descolgar. Henri observa a su hermano y decide actuar reduciendo la marcha. Thys también ha visto flaquear a Francis y toma la decisión de aumentar ligeramente su ritmo. El corredor belga empieza a alejarse y Henri tiene que tomar una decisión: seguir con su hermano y ver como se escapa el triunfo, o marchar con el hombre cabeza de carrera, dejando atrás a su hermano. La decisión, la lógica, perseguir a Philippe Thys.

Thys y Pelissier van relevándose con regularidad y a un ritmo imponente, lo que hace pensar a los periodistas que acompañan la prueba que el triunfo, esta vez sí definitivamente, será cosa de ellos dos. Sin embargo, y como surgido de la nada entre la lluvia y el barro de los caminos, aparecerá en el horizonte un imponente y desconocido corredor francés, Honoré Barthélémy. En solitario ha dado caza a dos de los mejores corredores del momento.

Una vez alcanzada la cabeza de carrera, el trío cabecero estaba llegando a la fase decisiva de la carrera. Y en esa fase decisiva se encuentra a un paso a nivel que los corredores encuentran con las barreras bajadas y un tren detenido en la vía. "¿Qué hacer?", se preguntan los corredores, pues la normativa les impide avanzar, pero detenerse en ese punto es condenar su aventura. La reacción no se hace esperar y llega de una manera un tanto cómica: los corredores suben al tren, cruzan el pasillo con la bicicleta en la mano por entre los pasajeros y descienden por la primera puerta que se abre al otro lado.

Esta peripecia tiene como consecuencia para los tres el ser capaces de llegar juntos y en cabeza a las calles de Roubaix, toda vez que en los constantes demarrajes que fueron realizando alternativamente los corredores, no fueron capaces de marcharse en solitario. Una vez dentro de la localidad, y cuando están llegando al Parque de Barbieux -donde está situada la bandera de meta-, Pelissier toma la iniciativa en el grupo y es el primero en lanzar el sprint final. A Thys la acción del francés le pilla a contrapié y reacciona tarde. Cuando quiere lanzar su sprint, la distancia que ha conseguido Pelissier es inabordable y ha de resignarse con un segundo puesto aquel día, toda vez que el sorprendente Barthélémy ni siquiera ha podido disputar el sprint, como consecuencia de encontrarse al límite de sus fuerzas. El frío, el viento y la lluvia han hecho de su triunfo una victoria épica que no puede ser fácilmente olvidada.

Tras atravesar la línea de meta, el vencedor del día fue entrevistado por la prensa que cubría la carrera. En la entrevista el corredor francés se mostró contento por su victoria, pero al tiempo dijo sentirse triste por no haber sido capaz de alcanzar la meta con su hermano. Esperaba un doblete junto a su hermano.

El Infierno del Norte

El"Infierno del Norte". De tal manera iba a bautizar Victor Breyer en su crónica a la prueba que había seguido aquel día. El periodista del diario L´Auto (organizador de la prueba), iba a ser quien dejase para la posteridad aquel nombre para la prueba. La vista entristecida ante el paisaje devastador que se fue encontrando a lo largo del recorrido como consecuencia de las bombas de la Primera Guerra Mundial, iban a ser las culpables de su mito. 


Saludos a todos!!

viernes, 17 de julio de 2015

Fabio Casartelli: una historia incompleta

Fabio Casartelli, campeón olímpico en Barcelona '92Fabio Casartelli se convirtió en el último ganador de la prueba el línea de ciclismo en unos Juegos Olímpicos antes de que pudieran participar los corredores profesionales en los mismos. Sin embargo su nombre va acompañado al trágico suceso que le ocurrió el 18 de julio de 1995. Aquel día el prometedor corredor italiano se convirtió en la tercera víctima en carrera que se cobraba el Tour de Francia.

Infancia y primeros años como amateur

Fabio Casartelli nacía un 16 de agosto de 1970, en la localidad italiana de Como, en la región de Lombardía. Siendo apenas un crío, con 9 años, iba a ver como su padre le metía su afición por el ciclismo en el cuerpo y poco a poco se iba a ir involucrando en ese mundo.

Tal fue el gusto que le cogió al mundo de las dos ruedas que en su juventud, a comienzos de los años 90, Casartelli llegó a ser considerado como uno de los corredores a los que se les intuía un futuro más prometedor en su país dentro del campo amateur. Otros nombres a destacar serían el de Davide Rebellin o el de Marco Pantani.

Y no era para menos esa consideración de gran promesa, pues desde 1990 consiguió numerosas victorias de bastante consideración. En ese año se hizo con la victoria en el Trofeo Sironi. Para la temporada siguiente, Fabio iba a multiplicar su palmarés, alzando los brazos hasta en cinco ocasiones: Montecarlo-Alassio, Gemeli Meda, Copa Casale, Gran Premio Comunità di Capodarco y en el Trofeo BT Cesab. Pero sin duda su año fue 1992, año que los ciclistas amateurs debían de tener marcado en el calendario, pues se celebraban olimpiadas -hasta esa edición, sólo podían participar ciclistas no profesionales en los Juegos Olímpicos-. Ese año consiguió vencer en el Trofeo ZSSDI, Montecarlo-Alassio, Gran Premio Diano Marina, Coppa Cicogna y el Trofeo Minard.

Fabio Casartelli había esgrimido poderosas razones para ser tenido muy en cuenta en la salida de cada carrera que disputaba, y por ello y como consecuencia del palmarés que se habría labrado fue seleccionado por su país para representarlo en los Juegos Olímpicos de Barcelona ´92. Los otros dos componentes del equipo italiano serían Mirco Gualdi y el citado anteriormente Davide Rebellin.

Oro en los JJOO de Barcelona ´92

La prueba ciclista de las Olimpiadas tendría lugar en la fecha del 2 de agosto de 1992, y para su disputa se había diseñado un circuito de 16 kilómetros por los alrededores de Sant Sadurní d'Anoia al que los ciclistas habría de dar 12 vueltas. La distancia total que tendrían que recorrer sería de 194 kilómetros.

Aquel segundo día de agosto tomaron la salida un total de 154 corredores, que debido al intenso calor que hacía ese día en la ciudad, hizo que estos se tomasen las primeras vueltas con una cierta calma. Pero los corredores poco a poco fueron entonándose y en la novena vuelta se formó una fuga de nueve corredores que acabó siendo la definitiva de la jornada.

Fabio Casartelli en Barcelona '92Esos nueve corredores se mantuvieron en buena sintonía en cabeza de carrera hasta que en la última vuelta de la prueba se quedaron en cabeza únicamente tres corredores; el holandés Erik Dekkers, el italiano Fabio Casartelli y el letón Dainis Ozols. Estos tres corredores serían los que se repartirían las medallas en esta dura jornada.

Después de más de 4 horas y 35 minutos, en los últimos compases de la carrera el corredor italiano se mostró mucho más hábil y rápido en los últimos metros de la prueba. Incluso llegó a picar tiempo al holandés Dekker en meta, que sería plata. El letón se alzó con el bronce, sin poder aspirar a nada más viendo la superioridad de sus contrincantes por el triunfo final. Poco más de medio minuto más tarde llegaba el pelotón a meta, encabezado por el alemán Erik Zabel, quien repetiría posición doce años más tarde. Solo 84 corredores consiguieron acabar la prueba ese día, debido al calor y al fuerte ritmo que impuso el pelotón y el grupo de escapados en las últimas vueltas.
En Barcelona ´92 Casartelli iba a lograr su mayor éxito deportivo
En Barcelona ´92 Casartelli iba a lograr su mayor éxito al proclamarse campeón olímpico de fondo en carretera, y se iba a convertir de esta brillante forma en el quinto corredor italiano que conseguía el oro olímpico en la prueba de ruta. Anteriormente a él lo habían conseguido Attilio Pavesi en Los Ángeles ´32, Ercole Baldini en Melbourne ´56, Mario Zanin en Tokio ´64 y por último Pierfranco Vianelli en México ´68. Posteriormente a Fabio, siendo ya profesionales los competidores de la disciplina olímpica, fue el corredor de Livorno, Paolo Bettini, quien se hizo con el triunfo, siendo el último italiano que hasta la fecha ha conseguido el oro olímpico en ruta. Lo consiguió en la cita de Atenas 2004.

Paso a profesionales

Tras ese gran éxito siendo aún amateur, en 1993 dio el salto al profesionalismo, fichando por el equipo Ceramiche Ariostea, en donde podría aprender de su compatriota, el gran Moreno Argentin. El otro hombre fuerte del conjunto italiano aquel año iba a ser un sorprendente Bjarne Riis, antiguo gregario de Laurent Fignon.

En ese su primer año, a pesar de los problemas que estaba sufriendo para adaptarse al profesionalismo, consiguió hacerse con una etapa en la Settimana Ciclista Bergamasca, además de acabar en segundo lugar en varias etapas de la Vuelta a Suiza. También participó por primera vez en el Giro de Italia, en donde acabó en la posición 107ª de la clasificación general.

Para la temporada 1994 fichó por el equipo ZG-Mobili Bottecchia, en donde en teoría tendría más libertad para lucirse que en el Ariostea. Sin embargo una tendinitis le impidió rendir a su mejor nivel durante la temporada. A pesar de esa tendinitis, fue seleccionado por su equipo para participar tanto en el Giro como en el Tour de Francia. Sin embargo no tuvo mucha suerte en su primera participación en la carrera francesa y terminó abandonando la carrera en la séptima etapa. En el Giro también abandonó. Terminó la temporada pasando por el quirófano, para corregir sus problemas con las lesiones.

1995 iba a suponer su tercera temporada como profesional, y en ella debía dar el salto de calidad definitivo que se esperaba de él. Para ello optó nuevamente por cambiar de equipo, enrolándose en las filas del conjunto estadounidense Motorola. Allí compartiría colores con su amigo Andrea Peron, quien había tenido mucha importancia en su fichaje por el conjunto norteamericano. Comos jefes de fila del equipo se encontrarían el ex-campeón del mundo Lance Armstrong y el colombiano Álvaro Mejía, que había sido el cuarto clasificado dos años atrás en el Tour.

Desde principios de temporada mostró un nivel bastante alto, siendo sexto en la Clásica de Almería y rallando a gran nivel en la Vuelta a Suiza, por lo que fue uno de los últimos corredores seleccionados para participar en el Tour con su nuevo equipo. En Francia compartiría equipo con Armstrong, su amigo Andrea Peron, Álvaro Mejía o Frankie Andreu.

Final fatídico

El 18 de julio de 1995 se iba a disputar la 15ª etapa del Tour más entretenido de la era Indurain. Era la etapa reina de ese Tour y en ella los corredores iban a llegar a Cauterets, atravesando previamente los puertos del Portet d´Aspet, Col de Menté, Col de Peyresourde, Col d´Aspin, Tourmalet y el propio Cauterets.

Fabio Casartelli en el Tour de FranciaLa primera dificultad montañosa del día sería el Portet d´Aspet, en el kilómetro 34 de la etapa. A sus rampas llegaron los corredores bastante agrupados, puesto que aún quedaban unos 170 kilómetros de etapa y era muy pronto para comenzar con los ataques. El puerto lo coronó el grueso del pelotón alrededor de las 11 y media de la mañana.

El día estaba siendo muy tranquilo, hasta que se produjo un imprevisto en el descenso de ese primer puerto del día. En una curva a izquierdas en las últimas posiciones del pelotón salió volando el corredor francés Dante Rezze por el lado derecho del grupo. Fue a caer por un pequeño barranco, aunque afortunadamente para él, sin graves consecuencias, más allá de la fractura de fémur que sufrió. Varios corredores le acompañaron en su caída, entre ellos Johan Museeuw, Giancarlo Perini, Dirk Baldinger o Fabio Casartelli. Este último, el campeón olímpico, correría mucha peor suerte que el resto de corredores accidentados.
La cabeza del corredor, sin protección, golpeó el asfalto, provocándole las fatales lesiones
Las imágenes que iba a ofrecer la moto de la carrera iban a hablar por sí solas: Fabio no llevaba ningún tipo de protección en la cabeza y tras golpear con ella en el suelo quedó tendido totalmente inconsciente en el suelo, con un reguero de sangre alrededor de su cuerpo. La atención que recibió el corredor lombardo -así como los otros corredores afectados- fue bastante rápida, siendo transalado en helicóptero en pocos minutos y de forma urgente al hospital de Tarbes, pero sus heridas y lesiones eran de gravedad extrema y hacían presagiar el peor designio posible.

En el traslado de Casartelli al hospital de Tarbes no se pudo hacer nada ante las graves lesiones y complicaciones que sufrió el corredor. Nada menos que en tres ocasiones sufrió parada cardiorespiratoria el italiano, pudiendo recuperarle los médicos en las dos primeras, pero no pudiendo hacer nada ante la tercera parada que sufrió en el traslado al hospital. Aunque aún ingresó con vida, era cuestión de minutos que se confirmase la trágica noticia. Dirección de carrera tardó varias horas en confirmar que el Tour acababa de cobrarse su tercera víctima mortal en carrera, siendo Francisco Cepeda (1935) y Tom Simpson (1967) las anteriores víctimas.

Cuando el reloj marcaba las 14:40 horas, Radio Tour interrumpía su emisión habitual para anunciar oficialmente el fallecimiento del corredor italiano Fabio Casartelli, como consecuencia de la caída que había sufrido unas horas antes en el descenso del Portet d´Aspet. El director del Tour, Jean Marie Leblanc interrumpió la emisión con la siguiente frase "Tengo que dar una noticia grave, terrible. El corredor italiano Fabio Casartelli, dorsal 114, víctima de una caída en el kilómetro 34 en el descenso del Portet d'Aspet y que había sido evacuado al hospital de Tarbes, ha muerto".

Homenajes post-mortem

El seno del pelotón se iba a encontrar hundido al día siguiente en la salida de la etapa, mostrándose especialmente abatidos sus compatriotas, sus compañeros del conjunto Motorola y sus ex compañeros. Especialmente consternado se iba a mostrar un amigo de Fabio en el pelotón italiano desde hacía muchos años, el rapado corredor del conjunto Carrera, Marco Pantani. Era 19 de julio, y la 16ª etapa había de estar marcada en los libros de ruta de los equipos como una de las más peligrosas de aquella edición, puesto que en ella se iban a unir las localidades de Tarbes y Pau, a través de 229 kilómetros en los que se iban a atravesar los puertos de Soulor, Aubisque, Marie Blanque, Soudet e Issarbe.

Pero en una decisión más que polémica, la dirección de la carrera optó por no suprimir la etapa, decidiendo neutralizarla. Los ciclistas recorrieron todos los kilómetros de la etapa en grupo, adelantándose los miembros del equipo Motorola en los sprints de cualquier categoría de la jornada. No todos los corredores del conjunto norteamericano fueron capaces de concluir la etapa, puesto que dos de ellos, Kaspars Ozers y Sean Yates se vieron forzados a abandonar con el paso de los kilómetros, debido al sufrimiento que estaban padeciendo por la muerte de su compañero.

En los últimos kilómetros de la etapa todos los miembros del equipo Motorola se adelantaron y cruzaron la línea de meta con unos metros de ventaja con respecto al pelotón, como forma de homenaje hacia su compañero. Su gran amigo, Andrea Peron, tuvo el dudoso honor de inscribir su nombre como ganador de etapa aquel día. Todos los premios de la etapa fueron donados a su esposa Anna Lisa y al hijo de la pareja, que había nacido hacía apenas unos meses.

Más emotivo, si cabe, fue el homenaje que un por entonces joven Lance Armstrong, compañero de habitación del italiano en aquel Tour, le dedicó tres días después del fallecimiento, en la 18ª etapa que tendría lugar el 21 de julio, con llegaba en Limoges. Esa etapa había estado señalada en el libro de ruta del campeón olímpico desde que supo de su participación en la Grande Bouclé. Lance, conocedor de tal circunstancia, decidió intentar la victoria ese día para honrar la memoria de su compañero. Se metió en la fuga buena de la etapa y cuando faltaban unos 15 kilómetros para llegar a meta, el corredor tejano lanzó un ataque lleno de rabia y potencia, con el que consiguió marcharse en solitario, obteniendo rápidamente una ventaja cercana al minuto que sus rivales no lograrían reducir.

Armstrong entró en el último kilómetro con la posibilidad de saborear el éxito y dedicárselo a su compañero Casartelli. En los últimos metros, antes de llegar a meta, Lance miró hacia atrás un par de veces, y cuando estuvo seguro que no le cogerían, levantó un brazo con el dedo índice señalando hacia el cielo, dedicándoselo a Fabio. Cruzó la línea de meta levantando ambos brazos y besando hacia el cielo. De esta forma Motorola le regalaba otro triunfo a Casartelli, pero este ganado en la carretera, a base de coraje, de fuerza, de clase.

Otro homenaje más es el que la dirección de carrera decidió realizarle pasando a denominar el maillot blanco de mejor joven como maillot Fabio Casartelli. Un último homenaje, más allá de recordar su figura en el décimo y el decimoquinto aniversario de su fallecimiento, tuvo lugar en 1997. Aquel año se inauguró una esquela cerca del punto donde sufrió la caída en el Portet d'Aspet para recordarle. Frente a esa esquela los corredores se detienen y guardan un minuto de silencio su honor cada vez que el recorrido de la prueba pasa por el puerto.

Clasificación Juegos Olímpicos Barcelona 1992
1- Fabio Casartelli (Italia) 4 horas 35 minutos 21 segundos
2- Erik Dekker (Holanda) a 1´´
3- Dainis Ozols (Letonia) a 3´´
4- Erik Zabel (Alemania) a 35´´
5- Lauri Aus (Estonia) m.t.
6- Andrzej Sypytkowski (Polonia) m.t.
7- Sylvain Bolay (Francia) m.t.
8- Arvis Piziks (Letonia) m.t.
9- Raido Kodanipork (Estonia) m.t.
10- Grant Rice (Australia) m.t.
...
14- Lance Armstrong (USA) m.t.
15- Ángel Edo (España) m.t.
23- Kiko García (España) m.t.


Saludos a todos!!