
Marshall Walter Taylor nació el 26 de noviembre de 1878 en Kentucky, siendo hijo de Gilbert Taylor, veterano de guerra y Kelter Saphronia. Era uno de los ocho hijos de un matrimonio, cinco hermanas y tres hermanos. El padre de Taylor fue contratado por la familia Southards, que tenían un hijo de la edad de Marshall y se hicieron íntimos amigos ambos críos hasta que los Southards se trasladaron a vivir a Chicago cuando el joven Marshall contaba con 12 años de edad y fue empujado al mundo real.
A esa edad recibió el joven Taylor su primera bicicleta y se convirtió en un gran especialista, por lo que el dueño de una tienda local de bicicletas, Tom Hay, le contrató para realizar exhibiciones, para promocionar su negocio. Recibiría de esta forma una retribución de 6$ a la semana, más una bicicleta valorada en otros 35$. Hay que añadir que todas esas exhibiciones las realizaría Taylor vestido con un uniforme de soldado, por lo que se ganaría el apodo de `Major´ que le acompañaría de por vida.
Un año después de ser contratado por Hay, en 1892, Taylor se apuntó a una carrera amateur que se iba a celebrar en Indianapolis, en la que resultó el vencedor. Un año más tarde vencería en otra carrera aficionada, pero el público comenzó a abuchearle al acabar la misma y finalmente fue excluido de la pista por ser negro.

Al poco tiempo de mudarse, Taylor consigue ver los beneficios de esta mudanza, y consigue ser admitido como corredor profesional en un organismo de competición de Nueva York. De esta forma, a finales de año, consigue participar en una de las carreras más duras que se organizaban en el país, los Seis Días del Madison Square Garden de Nueva York, que además movía una gran cantidad de dinero y que contó con cinco mil asistentes. Taylor afrontó dicha carrera montando ocho horas consecutivas en bicicleta y descansando una, estrategia que le llevó a conseguir la victoria con 1.732 millas recorridas, siendo aclamado por el público asistente. La victoria fue muy emocionante, pero jamás volvió a someterse a esa tortura de pedalear durante seis días. El punto fuerte de Taylor era el sprint, logrando varios récords mundiales en distancia corta y nada menos que 29 victorias en 49 carreras antes del año 1898. Al año siguiente, en 1899, además de lograr el campeonato mundial, estableció el récord mundial de la milla en salida saliendo de parado, marcando un crono de 1 minuto y 41 segundos, un récord que permaneció vigente durante 28 años. Con ese título mundial, Taylor se iba a convertir en el segundo deportista negro en conseguir ser campeón del mundo, solo superado por el boxeador George Dixon.

En su autobiografía, que fue un fiasco económico, dijo que aunque gran parte de su carrera había sido en el extranjero, esta se había visto estancada por el racismo, especialmente en los estados del sur de su país, en donde los corredores blancos incluso se aliaban y cooperaban para conseguir su derrota, cuando no era el propio público el que boicoteaba su paso por la carretera, bien fuera con clavos esparcidos en la carretera o bien lanzándole agua helada. Se retiró cansado de luchar contra el racismo que sufrió en su persona durante toda su carrera, y años después de su muerte, su forma de actuar contra el mismo fue un ejemplo para generaciones. En esa misma biografía Taylor insistía en llevar una vida limpia, diciendo lo que un deportista no debía de hacer (no trasnochar, no fumar, no tomar drogas...), es decir, era prácticamente la antítesis de lo que multitud de deportistas hacen a día de hoy.
Major Taylor se casó con Margarita V. Morris en el estado de Connecticut el 21 de marzo de 1902, teniendo el matrimonio una hija dos años más tarde, llamada Sydney en honor a la ciudad en la que nació. Pero el matrimonio no duró para siempre, ya que aunque fue una persona exitosa en el deporte, no lo fue así con la salud y los negocios, en donde dilapidó una gran fortuna (estimó que ganó unos 25.000 - 30.000 $ por años que fue profesional) a lo largo de los años 20, lo que provocó que finalmente su mujer le abandonase durante la década.
Ante la mala suerte que le acompañó desde su retirada, en 1930 se trasladó a vivir a Chicago, alojándose en un albergue al tiempo que pretendía vender su autobiografía. Terminó muriendo a la edad de 53 años, en 1932 en un hospital de caridad en Chicago y fue enterrado en una tumba sin nombre, cayendo totalmente en el olvido. Taylor había muerto en la más absoluta pobreza, abandonado por todo el mundo, incluida su mujer, y no volvió a ser recordado por nadie hasta que en 1948 un grupo de ex ciclistas profesionales exhumaron sus restos y le ubicaron en el cementerio de Mout Glenwood, junto a una placa que decía:
“Campeón mundial de ciclismo que superó el difícil camino sin odio en su corazón. Un honesto, valiente, creyente, de vida limpia y caballeroso deportista. Un recuerdo a su carrera en la que siempre dio lo mejor. Te has ido pero no te olvidamos”.
Saludos a todos!!
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