jueves, 11 de noviembre de 2010

Liège-Bastogne-Liège

Porque no todas las grandes etapas ni todas las exhibiciones en el ciclismo tienen lugar en el mes de Julio. Algunas, como la etapa de la que voy a hablar en las siguientes líneas tienen lugar en otros meses de competición. Esos meses en los que el ciclismo no tiene importancia aquí en nuestro país, pero que sin embargo tanta importancia adquiere en países como Bélgica, sobre todo.
 
Concretamente de la carrera que voy a hablar hoy se trata de la decana del ciclismo mundial, la Liège-Bastogne-Liège, la cual data su primera edición de 1892. Su celebración suele ser en el mes de Abril, y tiene lugar en un único día de competición, en el que se recorren cerca de 260 kilómetros de distancia, lo que nos habla ya de por sí de su exigencia, a la que hay que unir las numerosas cotas de las que está compuesta.
Pues bien, hoy hay que mencionar la edición disputada en el año 1980, que tuvo como protagonista al mejor corredor francés de todos los tiempos, Bernard Hinault.
La etapa comenzaba con 174 corredores, y con unas previsiones meteorológicas nada favorables para el resto del día. Al poco se cumplen los pronósticos y comienza a caer un temporal de nieve y lluvia que deja la carretera en las condiciones que se pueden observar en la imagen. Tan duras eran las condiciones que cuando no se habían disputado ni 2 horas de competición, quedaban tan solo unos 60 corredores.
Entre esos 60 corredores se encuentra Hinault, el cual está pasando un suplicio para aguantar en el pelotón. Hablando con su director le dice que se quiere retirar, y este le pide que aguante al menos hasta el avituallamiento que había más adelante. Poco después, algo por delante en el pelotón, ve a un compañero suyo de equipo y piensa eso de "el capitán es el último en abandonar la nave". Comienza a adelantar a gente, hasta que a 80 km de meta se queda en solitario en cabeza. Durante muchos kilómetros se planteó el abandonar la aventura, puesto que estaba comprometiendo toda su temporada por esa "cabezonería", pero pensaba que si él lo estaba pasando mal, peor lo estarían pasando por detrás, así que así seguía siempre hacia adelante.

Cuando atravesó la línea de meta, tuvo que esperar más de 9 minutos hasta que vio al siguiente corredor atravesarla, Kuiper. Tan solo una veintena más atravesaron la meta.
 
Tres semanas después, aun no había recuperado la movilidad en los dedos, y aun hoy en día, dice no sentir total sensibilidad en los mismos.
Fue el precio a pagar por una de las mayores exhibiciones que se han podido presenciar en el ciclismo.


Saludos a todos!!

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