martes, 13 de septiembre de 2011

Freire se abre paso

El próximo domingo, 25 de Septiembre de 2011, hay una persona en el pelotón, un ciclista, que puede entrar con letras de oro en la leyenda de este mundo. Ese día podría quedarse en solitario en el Olimpo del ciclismo, hablando de los Campeonatos Mundiales. Y es que actualmente comparte ese honor con nada más y nada menos que Eddie Merckx, como no, Alfredo Brinda y con Rik Van Steenbergen, todos ellos con 3 entorchados.
 
Algunos, recientemente, se han quedado también cerca de esos 3 campeonatos mundiales, como son los italianos Bettini y Bugno, sin duda alguna, dos auténticos superclase, que se estancaron en el segundo, conseguido además de forma consecutiva en ambos casos. Ese ciclistas es, ni más ni menos, que el español Oscar Freire Gómez, natural de Torrelavega (Cantabria).

Actualmente decir ese nombre es sinónimo de éxito, de sprint y de victorias. No muchas victorias quizás, si lo comparamos con la clase que posee, pero si de un gran renombre estas victorias, ya que ha ganado en un sinfín de lugares, como el Tour de Francia, en la Vuelta a España, en Suiza, País Vasco, el verde del Tour 2008, la prueba que jamás ganó el grandísimo Merckx (París - Tours), y destacan por encima de todo sus tripletes en Milán - San Remo y en los campeonatos del Mundo.
 
Hoy este palmarés es uno de los que reúne mayor calidad y tiene un gran reconocimiento. Pero nada era así en el año 1999, el año en el que Freire se proclamó por primera vez Campeón del Mundo. Corría 1999 y Oscar cumplía su segunda temporada como profesional en el equipo español Vitalicio Seguros. Su palmarés era exiguo, puesto que en su haber solo se encontraba una etapa de la Vuelta a Castilla y León y un tercer lugar en el campeonato de España de 1998. El 99, prácticamente un año en blanco por las lesiones. Muy poco o nada se sabía de aquel chaval de 23 años que prácticamente no competía durante el año por sus lesiones o molestias, y que ni sus propios directores confiaban en él, ya que con un contrato que firmó al pasar a profesionales de 2 años a punto de concluir, la oferta que le realizaron de renovación era muy inferior a la ficha que cobraba en ese momento.

Fue en esas, con una oferta de renovación muy a la baja y un futuro muy incierto, cuando se presentó para el cántabro la oportunidad de su vida. El seleccionador español, Antequera, recién llegado al cargo, optó por darle los galones a él, un chaval de solo 23 años y que prácticamente no había competido en todo el año. Por parte española faltaban los grandes gallos para la prueba, como era el caso de Olano, que no acudía a la prueba por su fractura de 2 costillas durante la Vuelta a España, por lo que en la selección no había un líder absoluto. Y fue en aquel momento cuando el seleccionador español confió a ciegas en el chico que luego le daría tantas alegrías. Oscar Freire iba a ser el absoluto jefe de filas en el Campeonato del Mundo de Verona.
 
La prueba iba a constar de 16 vueltas a un circuito de poco más de 16 kilómetros. Realmente no sucedió nada reseñable durante las primeras 14 vueltas, salvo un pequeño detalle en la sexta vuelta al que nadie dio importancia en ese momento; el gran favorito para lograr el mundial a ojos de todo el mundo, Vandenbroucke sufría una caída en la que se rompía el escafoides. Volvió a la bici y reanudó la marcha sin problemas y sin que nadie se diese cuenta. Pero esa caída, probablemente arruinó sus posibilidades de victoria aquel año.
 
A partir de ese momento se sucedieron varios ataques de pesos pesados, como Tafi o Zülle. Pero fue en la penúltima vuelta cuando se selección de verdad la carrera. Un brutal ataque de Ullrich seleccionó al grupo, dejando en el cabecero al propio ciclista alemán, a Vandenbroucke, a Casagrande, Camenzind, Robin, Konyshev, Freire, Zberg y Mcrae.
 
Esos 9 corredores, con algún que otro ataque entre ellos, son los que llegan a los dos últimos kilómetros juntos. Entonces se produce un demarraje de Camenzind, que es respondido por Freire. Finalmente el buen hacer de Robin impidió que tomasen ventaja y antes de la pancarta del kilómetro final son neutralizados. Se produce el parón típico, en el que Freire viaja siempre a rueda de Zberg (a priori el más rápido del grupo), hasta que tras la última curva, a unos 500 metros a meta, decide que es el momento de atacar y mientras que todo el grupo se va al lado izquierdo de la calzada, el lanza un ataque potente y no contestado por sus rivales, que no le conocían.
 
Fueron aproximadamente 30 segundos los que tardó Oscar en recorrer esa eterna recta, desde su ataque hasta que cruzó victorioso y brazos en alto la línea de meta. Seguramente los segundos más largos en la vida de Oscar, quien se había jugado a una sola carta todo su futuro sobre la bicicleta. Y le salió ganadora la carta.
 
Todo lo que siguió a continuación de esta carrera es más que conocido, pero esta fue la puerta abierta a la leyenda que el día 25 puede terminar de escribir con letras doradas. Es muy probable que no lo consiga, pero solo por lo conseguido hasta este momento, ya merece la eterna admiración, no solo del ciclismo, sino de todo el mundo del deporte.




Saludos a todos!!

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