martes, 28 de febrero de 2012

El infierno en el Gavia, 1988

El mito del Gavia nació un 5 de junio del año 1988. Ese día se iba a disputar la 14ª etapa del Giro d´Italia de ese año, una etapa corta, de apenas 120 kilómetros, pero que sorprendentemente iba a ser la etapa clave de la carrera. Estaba siendo una carrera muy dura, más que por el recorrido, que era duro, lo era más por las condiciones climatológicas, que como ejemplo, habían obligado a suspender la 11ª etapa de la carrera.

Aquel día la salida de la carrera, en Chiesa Van Malenco, iba a estar empañada por la lluvia. La gran mayoría de los corredores llevaban muchas capas de abrigo como protección contra el frío. Los corredores iban a afrontar una rápida salida hasta la llegada a Aprica, precedida por una pendiente ligera. A continuación vendría una ligera bajada antes de afrontar el Gavia, un puerto terrible en el cual hay una parte importante de la carretera que no estaba asfaltada. Por último los corredores afrontarían un largo descenso, hasta la meta en Bormio. Pero aquel día, a pesar del corto kilometraje, no iba a ser uno más en la vida de estos ciclistas. Iba a ser para muchos, el día más duro de su vida.

El comienzo de la etapa, con los ingredientes habituales, un par de fugados que se lanzan a la aventura, y un pelotón que trabajaba, con el grupo del líder a la cabeza. En este caso, los primeros valientes fueron Joho y Pagnin. Con estos dos fugados se hizo el paso por Aprica, con la lluvia, que seguía empapando a los ciclistas. Los ciclistas afrontaban en ese momento la subida a un infierno disfrazado de carretera, el Gavia, un puerto que tiene una parte importante de su kilometraje sin asfaltar, que tiene duras pendientes, y que la gran parte de su carretera se encontraba cubierta por la nieve, ya que el frio había transformado la lluvia en nieve.
 
El primer corredor importante que se animó a atacar fue Van der Velde. Un loco. No por atacar, sino porque en ese día tan duro, estaba compitiendo sólo con su maillot de líder de la regularidad, sin ningún tipo de abrigo. En comparación, los americanos no solo iban bien cubiertos, sino que también se habían untado unos aceites especiales para combatir el frío. Rápidamente adelantó a los fugados y se puso en cabeza de carrera. A su espalda, Hampsten también lanza un duro ataque, que le deja en solitario hasta que unos kilómetros después, Breukink le da alcance.
 
Por detrás, los corredores más que por la etapa, parece que peleen por la supervivencia, desde el líder Chioccioli hasta el que va a ser el ganador del Tour de ese año, Perico Delgado. Todos ellos han cedido hace muchos kilómetros y pelean por acabar la etapa lo más dignamente posible.

Van der Velde coronará en solitario el Gavia, pero su particular infierno está por llegar. El dueto Hampsten y Breukink coronan con apenas medio minuto de desventaja. Muchos minutos por detrás, corredores como Gaigne se niegan siquiera a seguir compitiendo, quiere acabar ya con su sufrimiento. Las imágenes de todos esos ciclistas eran dantescas.
 
Las informaciones que iban llegando a cuentagotas, decían que Hampsten había dejado atrás a Breukink y se encontraba en cabeza de carrera. ¿Y Van der Velde? Nadie sabía nada de él, y hasta muchos minutos después que el ganador hiciese su entrada en meta, no se sabría nada de él. Eran unos 20 kilómetros de descenso, y cuando faltaban 10 a meta, Breukink estaba recuperándole terreno a la cabeza de carrera, el corredor del Seven Eleven, Hampsten, hasta que le alcanza y se coloca él en tan privilegiada posición.
 
Como nada más concluir el descenso la etapa terminaba, Breukink alzó los brazos victoriosos en la meta de Bormio, tras habérsela jugado en el descenso. Había vencido en una etapa mítica, y no lo había hecho de una forma cualquiera, sino que a la heróica. Hampsten llegó a sólo 7 segundos del ganador, lo que le permitía ser líder en la general, y mantener las distancias con el corredor holandés (15 segundos a favor del norteamericano).

El siguiente corredor en hacer acto de presencia en la meta, fue Tomasini, a un mundo, 4 minutos y 39 segundos. Un puñado de segundos después, era Giupponi quien hacía su entrada en meta. El trio Zimmermann, Giovanetti y el otrora líder, Chioccioli, era el siguiente en aparecer por la línea de meta. Delgado llega a más de 7 minutos, casi 10para Bernard, más de un cuarto de hora para Raúl Alcalá, y los corredores seguían llegando, pero no había aún ni rastro de Van der Velde... ¿dónde se encontraba el holandés?
 
El holandés, quien había pasado por la cima del Gavia en primera posición, se puso un chubasquero al coronar, y se lanzó a por la victoria de etapa. 2 kilómetros más tarde estaba hundido por el frio y se veía obligado a poner pie a tierra y entrar dentro de una de las caravanas que se encontraban en el descenso, para poder volver a coger temperatura. 46 minutos y 49 segundos después que el ganador hiciera su entrada en meta, lo hizo él, siendo esta la última vez que hizo una aparición digna en una carretera, aunque su carrera duró aún un par de temporadas más. Aunque ese año, pudo conservar el maillot de la regularidad de la carrera.

Las imágenes que se pudieron ver en Bormio eran dantescas, con alguno de los corredores que lloraba, otros que se retorcían de dolor... y muchos de ellos hicieron una parte de la bajada en los coches de equipo, habiéndose bajado de estos a 3 kilómetros de meta y completando sobre la bicicleta esa distancia final. La organización, evidentemente, no pudo descalificar a nadie. Muchos de estos profesionales quedaron marcados de por vida, alguno de ellos, como Van der Velde, jamás volvió a asomar su cabeza a un puesto cabecero de la carretera. Pero habían conseguido sobrevivir a ese infierno de color blanco.



Saludos a todos!!

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