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martes, 3 de julio de 2012

Tour 95, Indurain sorprende a sus rivales en Lieja

Las victorias en los diferentes Tours y Giros de Miguel Indurain solía basarse en la superioridad que mostraba este en la lucha contra el reloj, en las que alejaba a sus rivales a un mundo y luego solía mantener, cuando no aumentar, esas rentas en la montaña. Es por eso por lo que el ataque más sorprendente de su carrera se produjo en Lieja, ya que nadie esperaba que en una etapa que no era ni de alta montaña ni contrarreloj, Miguel lanzase un ataque que resultaría demoledor para alguno de sus rivales.
El Tour de Francia de 1995 estaba siendo una carrera bastante loca, fuera de los parámetros normales de control en los que se solía desarrollar la carrera. La etapa prólogo se desarrolló bajo una lluvia que impidió que los favoritos optasen a lucir el maillot amarillo aquel día. Jacky Durand fue quien marcó el mejor tiempo del día y tuvo el honor de poder llevar dicha prenda amarilla durante dos jornadas. Laurent Jalabert le arrebató esa prenda gracias a las bonificaciones, y lo hacía en la etapa que terminaba en Vitré, justo cuando se cumplía un año de su terrible caída en Armentieres.
 
Pero no duró mucho el maillot en su espalda, ya que en la tercera etapa iba a tener lugar una contrarreloj por equipos en la que el conjunto Gewiss-Ballan se iba a lucir e iba a marcar el mejor tiempo del día, siendo la ONCE el segundo clasificado, pero no pudiendo mantener la prenda de su jefe de filas, que fue a parar a las espaldas de Ivan Gotti. También durante 2 días pudo lucir la codiciada prenda amarilla, hasta que en la etapa de Charleroi su compañero de equipo, Bjarne Riis, gracias a las bonificaciones se lo arrebató.
 
Con ese caos en la carrera, sin estabilidad en el portador del amarillo, la carrera viajaría fuera de territorio francés, llegando al territorio vecino de Bélgica. Por segundo día consecutivo la carrera tendría lugar en tierras belgas. Concretamente en esa segunda etapa por tierras belgas, la séptima de la carrera, se unirían las localidades de Charleroi y Lieja.
En esa etapa con final en Lieja hubo una lucha constante entre los favoritos, especialmente en las 3 últimas cotas puntuables del día (de un total de 10 puntuables). Esa constante disputa venía propiciada por esa alternancia en el liderazgo de la carrera, ya que Jalabert, gracias a las bonificaciones de los Sprints, se había quedado a solo 6 segundos del líder, Riis. Fue precisamente el francés quien lanzó un ataque en la antepenúltima cota del día, la de Haute Levee, buscando distanciarse del grupo de favoritos, antes de llegar al Sprint Especial de Theux.
 
A rueda de Jalabert salieron Dufaux, Armstrong y un gregario de Indurain, González Arrieta, cumpliendo una función de vigilar el movimiento. Pero a Indurain no le tuvo que gustar el movimiento y el grupo que se estaba formando con Jalabert, por lo que decidió responder en primera persona y alcanzó ese peligroso grupo, poniéndose en cabeza del mismo, neutralizándolo y tomando nota de lo sucedido, de cara a un futuro próximo.
Una vez que Indurain neutralizó el peligroso movimiento, las cosas se apaciguaron y se vivió una ligera calma hasta que se reorganizó el pelotón, de cara a ese Sprint Especial de Theux, que se encontraba a poco menos de 30 kilómetros de meta. En el Sprint se impuso Jalabert, secundado por el gran sprinter uzbeco Djamolidine Abdoujaparov, siendo tercero el líder Riis, con lo que gracias a las bonificaciones el francés se situaba como líder provisional de la carrera, a la espera de lo que sucediera durante el resto de la etapa.
 
Se vivía una calma tensa en el pelotón, con un pequeño parón incluido, antes de afrontar la subida a la penúltima cota puntuable del día, la de Mont Theux, al poco de salir de Theux, hasta que al poco de atravesar el Sprint se formó un pequeño grupo de escapados, aprovechando el acelerón de Bruno Thibout. Entre los componentes de ese grupo se encontraba gente como Eric Boyer, Bo Hamburger, Lelli, de nuevo González Arrieta, Lance Armstrong y Johan Bruyneel, que quien sabe si fue en esos momentos donde hicieron las buenas migas que luego desembocarían en los grandes éxitos que alcanzaron juntos en el futuro. Era una fuga que favorecía a la ONCE, ya que Bruyneel era el corredor mejor colocado de esos fugados, por lo que consintieron el movimiento.
Y fue en ese momento, a 25 kilómetros de meta fue cuando se produjo un hecho que nadie esperaba en el pelotón. Indurain se ponía al frente del pelotón y dejaba cortado al resto del grupo, ante el estupor de todos los presentes, entre ellos gente tan importante Zülle, Berzin, Riis o Jalabert. Ese ataque de Indurain era un hecho inesperado, ya que todo el mundo intentaba guardar fuerzas para la durísima contrarreloj que iba a tener lugar al día siguiente.
 
Indurain abrió de patas a todos los jefes de fila, que habían intentado salir a por él, y en un momento alcanzó al grupo cabecero, antes de alcanzar la cima de esa penúltima cota. Una vez alcanzada la cima y la cabeza de carrera se puso a tirar del grupo, dejando el mismo reducido a solo 3 unidades; el propio Indurain, Johan Bruyneel y un siempre incómodo Eric Boyer. Por detrás de ese grupo, Jalabert intentaba neutralizar al grupo cabecero y no se dedicaba guardar fuerzas de cara al día siguiente buscando refugio en un más que confuso y hecho trizas pelotón. En los restos de lo que kilómetros antes había sido un pelotón, todo el mundo miraba a todo el mundo, pero nadie se ponía al frente a tirar. Manolo Saiz lo tuvo claro, él tenía a un corredor en el grupo cabecero y Jalabert era el líder provisional de la carrera y aventajaba en unos metros a este pelotón, por lo que decidió que sus hombres no iban a tirar del pelotón. Le iba a dejar la papeleta a los Gewiss, los Mapei o los Mercatone Uno de Cipollini.
Poco después se afrontaba la última subida puntuable del día, la cota de 4ª categoría de Forges. En esa subida por fin alguien se dignó a dar algún relevo a Miguel. Ese alguien fue Eric Boyer, pero no pudo hacerlo durante mucho tiempo, ya que en la parte más dura de esa cota se quedó cortado, dejando por tanto un dueto cabecero formado por Indurain y Bruyneel. Ambos coronaron la cota y 50 segundos más tarde hizo lo propio un pelotón que estaba siendo comandado por el propio líder, Bjarne Riis, y que ya había neutralizado a Jalabert. En esos momentos ya era Bruyneel el líder provisional de la carrera e Indurain era el segundo de la misma, un detalle muy importante de cara a la contrarreloj del día siguiente y por el que probablemente Miguel Indurain se habría movido, aparte de para hacer daño a sus rivales.
 
Desde ese momento, a 15 kilómetros de meta, la carrera se convirtió en un duelo entre Indurain y un pelotón en el que ya tiraba todo el mundo, porque la ONCE, una vez neutralizado Jalabert se decidió a tirar también del pelotón. Era un duelo de Indurain contra el mundo, porque Bruyneel, cumpliendo órdenes de equipo, no iba a darle ni un solo relevo al navarro hasta que llegasen a la recta de meta.
En ese mano a mano entre Indurain y el pelotón, este último no conseguían reducir la distancia que les separaba de cabeza de carrera y los kilómetros para poder recortar la distancia se acababan. Encima se produjo un hecho que perjudicó en la persecución del pelotón, puesto que retiró de la cabeza de carrera a todos los miembros del Mercatone Uno, ya que su sprinter y jefe de filas, Mario Cipollini pinchó la rueda trasera de su bicicleta y se salió en una curva a izquierdas, metiéndose dentro de un portal. Indurain, por su parte, seguía en cabeza, sin recibir ningún relevo del belga Bruyneel.
 
Con esos 50 segundos de ventaja, aproximadamente, se llegaba al último kilómetro y en la línea de meta se repartían 12, 8 y 4 segundos. Esos 12 segundos de bonificación irían a parar al ganador de la etapa, que sería el belga Johan Bruyneel, en el único relevo que daría ese día a Indurain. Es cierto que el detalle de no dar ningún relevo y sprintar a Indurain no fue bonito, pero también es cierto que Bruyneel cumplió con su labor dentro de su equipo y nadie pudo reprocharle nada. Bruyneel ese día consiguió además un premio doble, ya que también iba a lucir en el pódium el jersey amarillo. El corredor belga había sido profeta en su tierra por un día, a la espera de lo que sucediera al día siguiente en la contrarreloj.
 
El pelotón hizo su entrada en la línea de meta con 49 segundos de retraso con respecto al dueto Bruyneel e Indurain, siendo encabezados por un Jesper Skibby, que abrió un pequeño hueco de un segundo con respecto al pelotón, el cual entró a 50 segundos del ganador.


La etapa de Lieja que tenía un perfil muy abrupto, había visto una lucha sin cuartel entre los favoritos; desde Jalabert a Indurain o Bruyneel, pasando por un Riis que quiso defender con uñas y dientes su maillot amarillo. Los corredores no se guardaron nada pensando en la contrarreloj del día siguiente y brindaron una etapa espectacular a los espectadores de este hermoso deporte. Una etapa que quedó marcada por el golpe psicológico que asestó Indurain al resto de rivales, un golpe del que algún corredor no fue capaz de recuperarse en el resto de la carrera.


Saludos a todos!!

martes, 20 de marzo de 2012

Manolo Sanroma

Hubo un tiempo en que España se caracterizaba por tener un prototipo de corredor predefinido para palear por las clasificaciones generales de las carreras, bien fuera por ser un escalador puro, estilo Perico Delgado o Fernando Escartín, o bien un rodador que se defendiera bien en la montaña, como era Olano o en su máxima expresión, Indurain. Pero el país carecía de otro tipo de corredor que no fuera aquel que pelease por la clasificación general de una carrera. No había ni clasicómanos, ni la especialidad que más victorias suele deparar en un año, el sprint.

En esa última especialidad España tuvo un sensacional sprinter, uno de los mejores de su momento, Miguel Poblet, pero ya había llovido mucho desde la época de esplendor de este catalán, puesto que había competido allá por los años 50. Hacía ya más de 35 años desde que el bueno de Miguel se había retirado cuando en España comenzaron a despuntar dos figuras. Uno, el primero, era un joven cántabro en el que prácticamente nadie confiaba. Tal era la desconfianza que era uno de los corredores peor pagados del pelotón, defendiendo los colores del Vitalicio Seguros. Era un corredor con un talento increíble, pero que apenas había conseguido una victoria como profesional. Su nombre era Óscar Freire.
 
El otro, un año más joven (del año 77) que el cántabro, era un corredor de Castilla la Mancha, concretamente de la localidad de Almagro. En ese momento, en el mundo del sprint había un único rey de la velocidad, el gran Mario Cipollini, y otro corredor, un alemán, que siempre conseguía el maillot verde de París, Erik Zabel. Fue entonces cuando dio el salto a profesionales Manuel Sanroma, un ciclista que venía de un país en el que no había ni afición ni tradición por el sprint, pero llegó como un ciclón. En sus primeros meses de profesional, en 1998, obtuvo nada menos que 3 victorias en la Vuelta a Venezuela, todo un hito para su modestísimo equipo, el Estepona. Y eso que debutó mediada la temporada.

Esas victorias, unido a una meritoria cuarta plaza en el Circuito de Getxo le valieron para la temporada siguiente un contrato en el histórico Relax Fuenlabrada, dirigido por Maximino Pérez. Comenzó la temporada como un tiro, obteniendo victorias en la Vuelta a Valencia, derrotando, ni más ni menos que al rey de la velocidad, a todo un Mario Cipollini. Era el nuevo fenómeno del pelotón español y los equipos punteros comenzaban a disputársele, a sabiendas que el Fuenlabrada tenía un presupuesto pequeño y que no podría retener a una figura de la magnitud que estaba adquiriendo el manchego. Pero Maximino, que era zorro viejo, habló con su pupilo y le prometió que en cuanto obtuviera su quinta victoria de la temporada, le regalaría el coche que quisiera. Todo era poco para retener a la estrella del equipo. Una estrella que aún no había llegado a los 22 años, pero que él, lleno de humildad, indicaban que eran únicamente debido al buen hacer de sus compañeros.
 
Y como era de esperar, no tardó mucho en llegar esa quinta victoria en el casillero de Sanroma esa temporada. Fue en la sexta etapa del Alentejo. Tras esa etapa, y cumpliendo religiosamente con su palabra, Maximino regaló a Manolo el coche que él eligió, un Audi A-3.

Pero lamentablemente Manolo jamás llegó a estrenar ese coche, un coche que le fue entregado el día 15 de junio, San Modesto, como siempre lo fue Manolo, el martes antes de empezar la Volta a Catalunya, a la postre su última carrera.
 
El jueves 17 comenzaba la Volta, la cual concluiría una semana más tarde, el día 24. Dos días después, el 26 se iba a disputar el Campeonato de España, para el cual se estaba movilizando el pueblo para ir a apoyar a Sanroma, puesto que era uno de los grandes favoritos. La primera etapa de la Volta era un prólogo, el cual ganó Ángel Casero. La primera etapa en línea, esta ya sí, resuelta al sprint, fue ganada por Cipollini. Sanroma no pudo ni meterse en el sprint al verse cerrado en la disputa por la volata.
 
Y llegó el 19 de junio, en el cual se iba a disputar la segunda etapa en línea de la carrera, que finalizaba en Vilanova i la Geltrú. Sanroma se encontraba picado por lo sucedido el día anterior, y tal y como le contó a Ernest Riveras que su intención era meterse en la lucha por el sprint y coger confianza para el futuro. Antes de llegar al último kilómetro de la etapa, el pelotón iba lanzado encabezado por el Saeco de Cipollini. A su rueda intentaba pegarse sus rivales. En la lucha por coger la posición, Manolo arriesgó más de la cuenta y debido a un bandazo de la cabeza del grupo buscando protegerse del viento, el pelotón se pegó al lado derecho de la calzada. Sanroma adelantó de manera temeraria a Svorada, sin darse cuenta de que se iba contra el bordillo.
 
Manolo no tuvo tiempo de frenar y chocó contra el bordillo, salió volando por encima del manillar para caer con el mentón contra el asfalto... El impacto fue brutal y la sangre apareció. Svorada y Planckaert, que también habían caído, vieron horrorizados a un Sanroma inmóvil sin dar señales de vida. Inmediatamente llegaron los médicos de la carrera para atenderle. La ambulancia llegó rápidamente, se llevó al corredor al hospital más cercano.

Pero ya no hubo nada que se pudiera hacer, Manolo, quien acababa de hacer 22 años, había sufrido un accidente mortal. La mala suerte volvía a cebarse con el Fuenlabrada, 3 años después de haber perdido, en un accidente similar, a José Antonio Espinosa. Y no sería la última vez que la mala suerte se cebaría con el Fuenlabrada. La temeridad de la que solía hacer gala Manolo Sanroma, en este casó le jugó una fatal pasada, y volvía esta mala suerte a golpear al mundo de un ya muy maltratado ciclismo.


Saludos a todos!!