jueves, 9 de junio de 2011

Johan Van Summeren

Porque podría narrar mil hazañas sobre la bicicleta, porque haber, muchas ha habido desde, por poner una fecha, la creación de la Liège-Bastogne-Liège, allá por 1892. Pero hoy no, voy a narrar otra historia, también relacionada con las bicicletas, en este caso en otra clásica, la que suele resultar más atractiva para la gran mayoría de los espectadores, la París-Roubaix, la que tuvo lugar en este último año, en abril de este 2011.

La historia que voy a contar no discurrió durante la disputa de la carrera en sí, sino a la finalización de la misma. Previamente a la actuación de Van Summeren en la línea de meta, antes había conseguido la victoria en la clásica, merced a una escapada que se produjo en el Bosque de Arenberg, a unos 100 kilómetros de meta. Fue secundado en la línea de meta por el gran favorito, el suizo Fabian Cancellara, el cual fue incapaz de neutralizar la fuga de este ya veterano gigantón belga (197 centímetros de altura).
 
Una vez lograda la victoria en la carrera y realizados los respectivos actos de homenaje a los 3 primeros corredores clasificados en el velódromo de Roubaix, al campeón se le entrega, como conmemoración de los tramos adoquinados, un adoquín, supuestamente extraído de uno de esos tramos.

Pues bien, ¿Qué hizo Van Summeren con su adoquín?
Otro corredor cualquiera, tras la gloria de la victoria, se hubiera ido, adoquín en mano, camino del autobús de su equipo para llegar cuanto antes al hotel y poder descansar de la paliza de 6 horas que acaban de sufrir sobre la bicicleta. Pero el gigante belga no. Van Summeren no tuvo otra ocurrencia que pedirle matrimonio a su novia, adoquín en mano.
 
A Jasmine (su novia), obviamente le sobraron los motivos para quedarse de piedra. La costumbre nos habla de regalar un anillo, o quizás un ramo de flores, con el declarado rodilla en suelo. En este caso, Jasmine en vez de ese habitual gesto, recibió de su pareja un adoquín, barro y un gran abrazo.
 
De esta forma tan particular le pidió matrimonio a su novia el ganador de la París-Roubaix, el que otrora fuera gregario belga, que por un día se había transformado en el hombre más importante del pelotón.
 
Y esto lo hizo prácticamente nada más atravesar la línea de meta, tan solo unos minutos después, en el Infierno del Norte, Las palabras del ganador belga no tienen desperdicio: "La gente suele regalar un anillo. Yo le he dado una roca". Estas palabras las dijo en presencia de su novia, con el adoquín en su poder.

Casos como este, no tienen precedente en el mundo del ciclismo, aunque si hay casos especiales de los corredores con sus mujeres. Es el caso de Pollack, que abandonó la última edición del Giro de Italia en la última etapa para poder casarse con su novia en ese mismo domingo 28 de mayo. Días después, concretamente desde el pasado fin de semana, para celebrarlo, fue convocado por su equipo para correr la Dauphine Libere. O también el caso del finlandés Charles Wegelius, que estando de luna de miel, fue llamado a última hora por su equipo, el Silence Lotto para completar el 9 del Tour, ya que un compañero suyo no iba a poder tomar la salida.
Se ignora en ambos casos como se lo tomaron las mujeres.



Saludos a todos!!

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