Marshall Walter Taylor no se puede decir que tenga el estatus de leyenda
entre la sociedad de su país, pero sí se puede decir que fue un ejemplo
deportivo y de superación, a pesar de su triste final, para un colectivo que aún a día de hoy sigue sufriendo muchos perjuicios. Major Taylor no fue simplemente, el mejor corredor negro de la historia.
Marshall Walter Taylor nació el 26 de noviembre de 1878 en Kentucky, siendo hijo de Gilbert Taylor, veterano de guerra y Kelter Saphronia. Era uno de los ocho hijos de un matrimonio, cinco hermanas y tres hermanos. El padre de Taylor fue contratado por la familia Southards, que tenían un hijo de la edad de Marshall y se hicieron íntimos amigos ambos críos hasta que los Southards se trasladaron a vivir a Chicago cuando el joven Marshall contaba con 12 años de edad y fue empujado al mundo real.
Marshall Walter Taylor nació el 26 de noviembre de 1878 en Kentucky, siendo hijo de Gilbert Taylor, veterano de guerra y Kelter Saphronia. Era uno de los ocho hijos de un matrimonio, cinco hermanas y tres hermanos. El padre de Taylor fue contratado por la familia Southards, que tenían un hijo de la edad de Marshall y se hicieron íntimos amigos ambos críos hasta que los Southards se trasladaron a vivir a Chicago cuando el joven Marshall contaba con 12 años de edad y fue empujado al mundo real.
A esa edad recibió el joven Taylor su primera bicicleta y se convirtió en un gran especialista, por lo que el dueño de una tienda local de bicicletas, Tom Hay, le contrató para realizar exhibiciones, para promocionar su negocio. Recibiría de esta forma una retribución de 6$ a la semana, más una bicicleta valorada en otros 35$. Hay que añadir que todas esas exhibiciones las realizaría Taylor vestido con un uniforme de soldado, por lo que se ganaría el apodo de `Major´ que le acompañaría de por vida.
Un año después de ser contratado por Hay, en 1892, Taylor se apuntó a una carrera amateur que se iba a celebrar en Indianapolis, en la que resultó el vencedor. Un año más tarde vencería en otra carrera aficionada, pero el público comenzó a abuchearle al acabar la misma y finalmente fue excluido de la pista por ser negro.
La primera carrera relevante que disputó Taylor tuvo lugar en 1895. Fue una carrera en Indianapolis en la que los corredores recorrerían una distancia de 75 millas (121 kilómetros). Por supuesto fue el vencedor de esa carrera, a pesar de la hostilidad que le mostraron todos y cada uno de sus rivales blancos, que no dejaron de amenazarle en todo momento durante el recorrido. Con su forma de competir y de ganar en las diferentes pruebas, se había ganado una reputación como `El ciclón negro´. Poco después de esta carrera de Indianapolis y gracias al consejo y abrigo de su mentor, Louis Munger, Taylor se mudó a Massachusetts, buscando una zona del país que fuese más tolerante. Con él también se marchó Munger, quien optó por montar una fábrica de bicicletas, aprovechándose del boom de venta de las mismas, en la nueva ciudad a la que se habían mudado.
Al poco tiempo de mudarse, Taylor consigue ver los beneficios de esta mudanza, y consigue ser admitido como corredor profesional en un organismo de competición de Nueva York. De esta forma, a finales de año, consigue participar en una de las carreras más duras que se organizaban en el país, los Seis Días del Madison Square Garden de Nueva York, que además movía una gran cantidad de dinero y que contó con cinco mil asistentes. Taylor afrontó dicha carrera montando ocho horas consecutivas en bicicleta y descansando una, estrategia que le llevó a conseguir la victoria con 1.732 millas recorridas, siendo aclamado por el público asistente. La victoria fue muy emocionante, pero jamás volvió a someterse a esa tortura de pedalear durante seis días. El punto fuerte de Taylor era el sprint, logrando varios récords mundiales en distancia corta y nada menos que 29 victorias en 49 carreras antes del año 1898. Al año siguiente, en 1899, además de lograr el campeonato mundial, estableció el récord mundial de la milla en salida saliendo de parado, marcando un crono de 1 minuto y 41 segundos, un récord que permaneció vigente durante 28 años. Con ese título mundial, Taylor se iba a convertir en el segundo deportista negro en conseguir ser campeón del mundo, solo superado por el boxeador George Dixon.
Taylor ya era el corredor más exitoso de los Estados Unidos, incluyendo su campeonato del mundo obtenido en Canadá, pero al norteamericano le faltaba salir de su continente a competir, venir a Europa, que era donde se encontraba el ciclismo de élite. Pero hasta 1901 Taylor se negaba a salir de América del Norte, entre otros motivos, porque era bautista, es decir, que no podía competir los domingos. Finalmente le convencieron para competir en Europa en la temporada siguiente. A lo largo y ancho de todo el continente participó en 57 carreras y venció hasta en 40 de las mismas, derrotando a los campeones franceses, ingleses y alemanes. También participó en carreras en Australia y en Nueva Zelanda, además de las europeas, comenzando cada carrera con una oración y negándose a competir en domingo. Hasta el momento de su retirada, en 1910 a los 32 años de edad, Taylor siguió participando en giras alrededor del mundo que le permitieron reunir una notable fortuna al momento de su retirada. Se retiró, según dijo, cansado del racismo y aconsejando a los jóvenes afro-americanos que quisieran emularle que aunque el ciclismo era el camino adecuado al éxito, no lo recomendaba en general.
En su autobiografía, que fue un fiasco económico, dijo que aunque gran parte de su carrera había sido en el extranjero, esta se había visto estancada por el racismo, especialmente en los estados del sur de su país, en donde los corredores blancos incluso se aliaban y cooperaban para conseguir su derrota, cuando no era el propio público el que boicoteaba su paso por la carretera, bien fuera con clavos esparcidos en la carretera o bien lanzándole agua helada. Se retiró cansado de luchar contra el racismo que sufrió en su persona durante toda su carrera, y años después de su muerte, su forma de actuar contra el mismo fue un ejemplo para generaciones. En esa misma biografía Taylor insistía en llevar una vida limpia, diciendo lo que un deportista no debía de hacer (no trasnochar, no fumar, no tomar drogas...), es decir, era prácticamente la antítesis de lo que multitud de deportistas hacen a día de hoy.
Major Taylor se casó con Margarita V. Morris en el estado de Connecticut el 21 de marzo de 1902, teniendo el matrimonio una hija dos años más tarde, llamada Sydney en honor a la ciudad en la que nació. Pero el matrimonio no duró para siempre, ya que aunque fue una persona exitosa en el deporte, no lo fue así con la salud y los negocios, en donde dilapidó una gran fortuna (estimó que ganó unos 25.000 - 30.000 $ por años que fue profesional) a lo largo de los años 20, lo que provocó que finalmente su mujer le abandonase durante la década.
Ante la mala suerte que le acompañó desde su retirada, en 1930 se trasladó a vivir a Chicago, alojándose en un albergue al tiempo que pretendía vender su autobiografía. Terminó muriendo a la edad de 53 años, en 1932 en un hospital de caridad en Chicago y fue enterrado en una tumba sin nombre, cayendo totalmente en el olvido. Taylor había muerto en la más absoluta pobreza, abandonado por todo el mundo, incluida su mujer, y no volvió a ser recordado por nadie hasta que en 1948 un grupo de ex ciclistas profesionales exhumaron sus restos y le ubicaron en el cementerio de Mout Glenwood, junto a una placa que decía:
“Campeón mundial de ciclismo que superó el difícil camino sin odio en su corazón. Un honesto, valiente, creyente, de vida limpia y caballeroso deportista. Un recuerdo a su carrera en la que siempre dio lo mejor. Te has ido pero no te olvidamos”.
Saludos a todos!!
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