Durante los años 1943 y 1944 Bartali se dedicó a transportar documentos en el interior de su bicicleta, que permitieron salvar la vida de unas 800 personas. Gino, lejos de buscar el recibir halagos por su gesta, murió en el año 2000, después de casi 60 años de silencio sobre la actividad llevada a cabo durante la guerra.
Gino Bartali nació en la Toscana, siendo hijo de una familia humilde trabajadora del campo. Gino tuvo sus primeros contactos con la bicicleta mediante el trabajo que su padre le consiguió en un taller de reparado de bicicletas, al tiempo que Alfredo Binda se convertía en un ídolo en el país. Gino siempre fue un hombre serio, correcto, trabajador, luchador... y esas virtudes ya las tenía desde que era un niño, las cuales ayudaron a que el dueño de la tienda le regalase una a su joven discípulo y le animase a entrenarse. No sabía aquel hombre el bien que le estaba haciendo a ese deporte, pero también a la humanidad.
Desde que recibió el regalo de aquella primera bicicleta, las carreteras de la región toscana se convirtieron en su medio habitual de vida, aquellas carreteras gracias a las que culminarían las cumbres del Giro y del Tour más adelante. Con tal intensidad entrenaba que fue conocido como el hombre de hierro en sus primeros años de ciclismo.
Persona conservadora, católica, tradicional, con los valores clásicos, se fue convirtiendo en el ciclista del régimen de Mussolini, papel que en ningún momento rechazó. Il Duce soñaba con ver a un corredor italiano alzarse con el triunfo en Francia, y ¿quién mejor que el hombre que se asemejaba al prototipo de hombre que el régimen quería?
Estuvo cerca de conseguirlo en 1937, pero una caída en el descenso del Col de Laffrey por un barranco le hizo abandonar la carrera, y a raíz de la cual fue conocido como el monje volador, debido a sus convicciones religiosas. Dejó la tentativa para el año siguiente, en el que por fin se convirtió en campeón del Tour de Francia, distanciándose del segundo clasificado, Félicien Vervaecke, en más de 18 minutos. Parecía que el futuro era suyo, que dominaría el ciclismo mundial (con permiso de un Coppi recién aparecido pero ya ganador del Giro), pero la guerra se cruzó en su camino. La II Guerra Mundial iba a apartar del ciclismo al toscano en sus 5 mejores años. En ese momento poca gente podría imaginar lo que el hombre del régimen, Gino Bartali, realizaría en los años centrales de la guerra.
La guerra impidió la celebración de cualquier competición deportiva, lo que no impidió al toscano el seguir entrenando por su riesgo y cuenta. Siguió entrenando en las carreteras de su región, portando un maillot en el que se podía leer claramente su nombre en la espalda y en el pantalón, para evitar que le apresaran o dispararan confundiendo con algún desertor o enemigo. Durante esos entrenamientos era saludado casi como un héroe por la población local y por los propios soldados italianos. Si algún soldado alemán le detenía la respuesta que recibían era siempre la misma “trabajo para las carreras que vengan después”, ante lo cual le dejaban seguir trabajando.
Bartali era visto subiendo y bajando montañas, yendo de un pueblo a otro, variando sus rutas continuamente. Lo que nadie de toda esta gente sabía, era que Gino, el símbolo del partido fascista, se dedicaba en aquellos duros momentos de la guerra a salvar la vida a los judíos italianos que querían deportar los alemanes. Nadie podía pensar que estuviese salvando las vidas de decenas de personas inocentes mediante el transporte en el cuadro de la bicicleta de documentos dirigidos a los judíos que se escondían en monasterios italianos.
El monje volador estuvo colaborando en una red para salvar a judíos dirigida por Giorgio Nissim, un contable judío de Pisa. Esta persona recibió el apoyo de varios sacerdotes (los padres Paoli, Staderini, y Niccolai, principalmente), haciendo caso de la movilización pedida por el Papa Pío XII. Nissim y esos arzobispos que le ayudaron camuflando a judíos en los monasterios, se dedicaban a elaborar pasaportes cuyo destino era salvar la vida de cuantos judíos pudieran salvar. Bartali era quien se encargaba de su transporte, por aquellas carreteras que tantas veces había surcado y que ahora se encontraban plagadas de soldados alemanes. Era una tarea muy comprometida, porque en caso de ser descubierto, seguramente sería abatido inmediatamente. Durante los años 1943 y 1944 se dedico a salvar a todos los judíos que pudo de Piza, Livorno y Lucca, realizando su cometido lo mejor que pudo, sin esperar ningún tipo de alabanza por su loable acción.
Una vez que hubo concluido la guerra, Bartali volvió a la alta competición, pudiendo volver a ganar el Giro y el Tour, uno en cada ocasión, en 1946 y 1948, respectivamente. Su retirada se produjo en 1954, a los 40 años de edad, y desde su retirada se volvió a Florencia e intentó vivir la vida de la forma más tranquila posible, bajo la etiqueta de ser el hombre del fascismo, hasta que la muerte le alcanzó en el año 2000.
El mundo no conocía la tarea que realizó Bartali a favor de los judíos hasta que tres años después de su muerte, en el año 2003, los hijos de Giorgio Nissim encontraron un diario de su padre (muerto en 1976) en el que se relataba no solo la existencia y miembros que se involucraron en su red, sino que también se indicaban como funcionaba la red y como se transportaban esos documentos imprescindibles para los judíos. En ese diario se explicaban paso a paso los viajes que hacía, los kilómetros que recorría y todos y cada uno de los documentos que transportaba Bartali, teniendo una dedicación absoluta Gino en esta tarea. Solo entonces se pudo entender el verdadero motivo de tanto entrenamiento de un ciclista en una época en la que era imposible ver a ninguno por las carreteras italianas.
Gino Bartali murió en el año 2000, llevándose consigo su verdadera historia, la historia de la persona que dedicó un par de años de su vida a salvar la vida de unas 800 personas judías. Solo el descubrimiento casual de Piero y Simona, los hijos de Giorgio Nissim, permitieron hacer justicia a la memoria de una persona que no dudo en poner en riesgo su vida por salvar la de otras personas. Nunca buscó el reconocimiento más allá de sus méritos deportivos, y sin embargo es, además de uno de los grandes deportistas del siglo XX, una de las grandes personas y una de las grandes historias de ese convulso siglo.
Saludos a todos!
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